Rara

Drusila

Drusila

Desde su nacimiento desconcertó al grupo.
El parto fue inusualmente largo y doloroso, a juzgar por los chillidos de la madre, las otras hembras, agrupadas, manifestaban nerviosismo. Los machos se alejaron, temerosos, con la excusa de vigilar, ya que tanto alboroto atraería alguna bestia.
Algo inusual sucedía, era tangible para todos.

 

 

La criatura recién nacida pertenecía al grupo, pero, era distinta. Rara.
La recuperación de la parturienta no fue inmediata, la hembra sangraba y gemía lastimeramente.
Uno de los machos mayores examinó a la criatura, dictaminó que era muy débil comparada a las otras crías. Teniendo en cuenta el crudo invierno aproximándose,iba a ser una carga, trato de arrebatársela a la madre para arrojarla lejos, de modo que las fieras dieran cuenta de ella.

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La hembra, aún convaleciente, aferró fuertemente a su cría, algo inaudito, desafío abiertamente al macho. Este quedó confundido, para no dejar caer su autoridad, sencillamente se desentendió del tema, era más importante comenzar a migrar escapando del frío y del hambre.
La pequeña realmente era débil, realmente estaba desvalida, su madre tuvo que protegerla por demás envolviéndola en pieles, y alejándola de la abierta hostilidad del grupo.

Pasaron las estaciones, todos aprendieron a ignorar a esa cría enclenque.
Las singularidades aumentaron a medida que crecía, en todo era lenta. Aprendió a caminar bastante después que los otros nacidos en el mismo tiempo que ella. Casi toda su piel estaba expuesta sin pelo. Lloriqueaba por nada, ante el menosprecio del grupo la madre debía masticar por ella los alimentos y pasárselos a la boca.
Era delgada, demasiado. Casi no podía realizar tareas útiles, era torpe, asustadiza, y distraída.

Cuando pasaron seis inviernos seguía menuda, sin embargo el grupo se había acostumbrado a que estuviera.
Ninguno comprendía esos momentos en los que la «rara» se quedaba examinando una planta en especial, enterrando cosas, amontonando piedritas sin sentido, o mirando fijamente al cielo.
Sus juegos obligatoriamente debían ser en solitario, ya que si intentaba competir con los demás irremediablemente salía herida, hasta criaturas de menos edad la vencían fácilmente.

Cuando le llegó la sangre, tardíamente, las diferencias físicas no hicieron mas que acentuarse.
Sus pechos eran mas grandes que los de las demás hembras, su cuerpo seguía siendo delgado, si bien demostraba bastante fortaleza al haber sobrevivido hasta ese momento, su musculatura pronunciada, pero nunca como la de los demás.
Sus dientes, su cabeza, su cadera, su postura, eran parecidas pero distintas.
Lo que mas inquietaba al grupo era la manera de fijar la mirada en los ojos de los otros, sin que fuera desafiante, pero, ninguno se la sostenía. Le temían.
Era veloz para correr, también en aprender, y astuta. Su habilidad manual pronto fue apreciada por los demás, hacía cosas que beneficiaban al resto, por eso fue definitivamente incorporada.
Pero ningún macho quería aparearse con ella.

La joven hembra asimiló la afrenta, indiferente al rechazo. O eso parecía.
Pasaron diecisiete inviernos, había sobrevivido mas que el resto del grupo original.
Sabia interpretar situaciones peligrosas y eludirlas, había aprendido mas que el resto, que comer, donde descansar.
Los juegos solitarios de enterrar semillas tomaron sentido, sabia conducir al grupo a los sitios señalados con pequeños montículos de piedras, y todos se beneficiaban regresando al mismo lugar de asentamiento en estación anterior, y encontrando comida.
Se acostumbraron a seguirla donde ella indicaba, a utilizar objetos que ella creaba, en cierta manera su autoridad era mayor a la de los machos, nadie desafiaba su autoridad.

Era anciana, pero su cuerpo no lo delataba, al contrario.
Una primavera ella le ofreció una seta a un macho joven y vigoroso, al que venia estudiando atentamente. El macho se adormeció y ella se apareó con él.
El grupo entero quedó estupefacto ante la vista del prominente vientre de la hembra rara. Ningún macho la había cortejado, creían, además era demasiado vieja.
Pero allí estaba, ella sonreía, cosa extraña también, silenciosa y desafiante. Mirándolos directamente a los ojos.

Su parto fue el peor que recordaba el grupo, chilló durante dos días, las hembras esta vez no se apartaron, y los machos,si ,vigilaron, sentían que debían protegerla.
La hembra rara al fin se acuclilló y despidió dos criaturas, desmayándose, agotada, después.
Los recién nacidos eran idénticos a ella en todo, las demás hembras los abrigaron rápidamente, según las instrucciones de la rara.
Cuando recobró el conocimiento ella los tomó con suavidad, los colocó junto a su cuerpo, y descanso al menos cinco amaneceres.
El resto del grupo no cuestiono a los nuevos miembros, eran raros, si, distintos, pero, algo les decía que tenían mucho que ver con el futuro de la tribu.
Eva crió a sus hijos, les pasó sus conocimientos, el grupo progresó.

 

Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y texto)

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