Fiscal Nisman

Drusila

Drusila

Vemos una película donde un fiscal que investiga un atentado terrorista ,descubre al gobernante de turno involucrado en sospechas de corrupción, y de alta traición, todo adobado por la turbia actuación de servicios de inteligencia para-estatales y pactos secretos con terroristas responsables de dicho atentado.
El fiscal acumula tres mil horas de escuchas telefónicas, más documentación que avala un juicio político, previa destitución del gobernante.

Se prepara para una fuerte exposición en el Congreso de ese país, unos días antes habla en todos los medios explicando el contenido de su denuncia, quizá pensando que semejante exposición mediática lo va a proteger a él y a su familia, y, unas veinticuatro antes de que presente su trabajo muere, decimos, que película obvia, insulta la inteligencia del espectador.

Argentina atraviesa por uno de los momentos más oscuros de su ya oscura historia.
El «Caso Nisman» no es sorpresa, hay demasiados «suicidados» en democracia, personas que o bien eran testigos directos de hechos turbios de distintos gobiernos, o estaban involucrados y podían revelar historias de graves irregularidades.
Pero no solo hay «suicidados», voló una ciudad, Rio Tercero, en la provincia de Córdoba, donde estaban las pruebas de una supuesta venta irregular de armas a Ecuador y Croacia. Esa investigación aún, pasados unos cuantos años, sigue estancada.

El «Caso Nisman», por lo tanto no sorprende, lo que si sorprende es la torpeza y violencia desmedida con la que el gobierno reaccionó.
Una cosa es ser presidente, y otra es la Investidura Presidencial, que requiere de cierta altura.
La presidente puede escupir fuego por las fauces indignada ante semejante acusación, puede descalificar, puede ignorar, pero, la Investidura Presidencial debe actuar con la dignidad que corresponde a quien gobierna sobre toda una Nación.
Baste como ejemplo el discurso en cadena Nacional de Cristina Fernández, usando impropiamente la casa de gobierno como si fuera un antro militante, ante un grupo de jóvenes enardecidos llevados ex profeso, hizo lo que ningún gobernante haría en sus cabales, utilizó los términos «nosotros» y «ellos».
«Ellos» son todos aquellos quienes no están de acuerdo o cuestionan, lo cual la desvirtúa como mandataria, ya que ella debe gobernar sobre «todos».

No contenta con eso, atacó, sin nombrarla, la marcha del Silencio convocada para el 18 de Febrero, dijo: » Nos quedamos con el canto, nos quedamos con la alegría, y a «ellos», a «ellos» les dejamos el silencio.
Frase no solo desafortunada, además cruel. Y para nada espontánea.
Dicha marcha es en homenaje al fiscal, convocada no solo por sus pares judiciales, además, por organismos de Derechos Humanos, y también oposición política. Literalmente baila sobre un muerto.

Triste es escuchar a la Presidente vomitar semejante aberración, alguien puso como ejemplo que el mandatario francés, luego del ataque a Charlie Hebdo propusiera cantar y reír.

Triste es escuchar a la Titular de Madres de Plaza de Mayo, la desacreditada Hebbe de Bonafini, decir que el silencio es malo, desagradable, olvidando que las Madres, las auténticas, daban vueltas a la Pirámide de Plaza de Mayo todos los jueves, durante la dictadura, en silencio.
Triste es escuchar a un intelectual en función del insólito cargo de Director del Pensamiento Nacional, o algo así, denostar sobre el primer Derecho Humano, que es el derecho a peticionar.

El 18 de Febrero habrá una Marcha de Silencio, como ya se ha dicho, convocada por los Judiciales, Organismos de Derechos Humanos, Oposición Política, y ciudadanía en general.
Si bien se insiste en que no es política, claramente si lo es.
Toda manifestación social es política. Pero los organizadores dejan bien en claro que no es una marcha «partidaria».
Sin duda algún que otro político tratará de sacar algún rédito, pero eso no alcanza para desacreditarla.
El gobierno reaccionó con inusual virulencia en contra de la Marcha, cuando tan fácil habría sido no solo aceptarla, si no participar, lo cual libraría de tanta maledicencia y tensión.
La misma virulencia que desató sobre Nisman vivo, apenas anunciada el contenido de la denuncia, y Nisman muerto, ninguneándolo, desacreditándolo en su profesión, enlodando al máximo un cadaver que no puede defenderse.

La ciudadania presencia asombrada el comportamiento burdelesco de los altos funcionarios.
La Casa Rosada emana clima de Burdel donde las palabras decoro, mesura, respeto, dignidad, ética, inteligencia, prudencia y sobre todo silencio, no existen

El «Caso Nisman» mostró al mundo la realidad que en Argentina se niega, o se esconde, la corrupción e impunidad en su más asquerosas facetas.
No se ve salida hoy por hoy a este escándalo que aumenta día a día, sumado a centenares de escándalos amontonándose como basura en incontables fojas judiciales.
Cada caso, desde el atentado a la AMIA, Boudou Vice Presidente, Lázaro Báez (presunto testaferro presidencia), enriquecimiento Ilícito de cientos de funcionarios, la Voladura de Río Tercero, y muchos más, requieren de una fiscalía entera para examinarlos.

La lógica indica que si una persona está imputada falsamente y puede probar su inocencia hará lo posible para esclarecer, se someterá a todas las investigaciones, dará pruebas, y luego, limpiado su nombre tomará medidas judiciales contra quien intentó deshonrarlo.
Pero la lógica se distorsiona cuando llega a las alturas del poder.

El gobierno no supo o no pudo o no quiso manejar con honra la muerte del fiscal, usa el cadaver para tapar la denuncia que no llegó a presentar.
Esta muerte tiene una trascendencia que aún no se ha podido mensurar.

Ya que, en este estado de cosas, se dice que jamás se sabrá la verdad, jamás se hará justicia, porque no existe nadie con altura moral suficiente para ser creído, aunque diga la verdad.

 

Sonia Drusila Trovato Menzel

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