Viajero al curry

Roberto Carlos Mirás Mirás

Roberto Carlos Mirás Mirás

¿Qué tiene la India que atrae a tantos viajeros y escritores? Desde Rudyard Kipling, Octavio Paz, Óscar Pujol hasta Salman Rushdie en la actualidad son muchos los que han escrito sobre este gran coloso. Con una población de más de mil millones de habitantes, desde el sur hasta el norte. Todo es religión y cultura. En un país en donde hay cuatrocientas quince lenguas de las cuales su constitución reconoce dieciocho como oficiales. Cuando aquí nos peleamos por qué lengua utilizar hacemos nuestras las palabras del escritor y político, Krishna Kripalani: “No es inusual que en un hogar indio ver a los padres conversar entre ellos con una lengua, hablar con sus hijos en otra, dirigirse a los criados en una tercera y atender a los visitantes u huéspedes en una u otras lenguas”

En las páginas de “Viajero al Curry” del escritor y periodista, Luis Mazarrasa (Santander 1958) Podemos concebir un país que hace de madre de todos aquellos que lo visitan. Ha publicado más de cuarenta títulos en la colección Guías Azules entre ellos, India, Camboya, Nepal, Siria y Líbano entre otros. Pero es ahora al publicar este libro finalista del Premio Grandes Viajeros cuando observamos en sus páginas el trabajo efectuado anteriormente. Desde una entrevista con Phoo-Ian Devi (1963-2001) más conocida como la reina de los bandidos hasta el fallecimiento de la Primera Ministra Indira Gandhi (1917-1984) entrevista a Manmohan Singh decimotercer Primer Ministro de la India, o asiste a la cremación de Rajiv Gandhi (1944-1991) entre otras aventuras.

Son muchos los viajes y los encuentros realizados de manera diferente. Primero como mochilero- de esos que se marchan de un país a otro – solamente con lo puesto, pero de la mano de una curiosidad insaciable que se aprecia en sus páginas; hasta el reportero qué se aloja en un gran hotel observando desde una ventana todo lo que se aprecia a su alrededor. Cada capítulo del mismo daría pie para un libro extenso y al mismo tiempo ejerce en el lector una reflexión de lo que estamos leyendo.

¿Qué relación puede haber –si la hay-, entre un convento en Occidente y un templo en Oriente?, ¿Cómo miran los niños al turista para que estos les den unas monedas?, ¿Qué tiene Benarés o Varanasi y con cuantos ghats nos encontramos al visitarlos? o ¿Qué significa descubrirse a sí mismo? Y ¿necesitan las cosas claras e importantes, muchas palabras? Pregunta al lector y parece preguntarse a sí mismo. El autor desaparece en las páginas del mismo dejando que sea el lector el verdadero protagonista, dejando al país, a ellos mismos, a los seres que deambulan de un lado a otro ser los que cuenten la historias y los que hablen. Para el escritor de origen indio, Pico Iyer “India es el mayor espectáculo callejero, el más auténtico teatro que pueda disfrutar el viajero” Palabras que comparte nuestro protagonista.

Algunos de estos viajes los realiza en compañía del director y cineasta, Gonzalo García Pelayo el eslabón perdido entre Buñuel y Almodóvar; un enamorado de la India como él y que con el tiempo esperamos realizará una película.

Cuenta en el mismo aquello cotidiano, aquello que pasa… En la India podemos ir en sus trenes y ver todo tipo de manifestaciones, pues todo en India rezuma vida por todas partes. Y los niños menores de cuatro años bailan y cantan al son de una madre que toca un tambor, durante el trayecto y al final la madre pide unas rupias a los distintos viajeros. Nueva Delhi, Agra, Nepal. Todo es India y es lo que cuenta nuestro protagonista en su libro. Las pequeñas cosas que por obvias pasan desapercibidas. Pero no podemos olvidarnos de un arte y de una filosofía que hasta no hace mucho no era considerada como tal en Occidente. “Una de las vivencias- escribe-, más intensas que recuerdo de la India es la vuelta, después de anochecido, desde el Fuerte Rojo a Pajargangh en rickshaw, el famoso triciclo que funciona con la propulsión de las piernas de un conductor que vive en condiciones de miseria”

Quizás lo que pone de manifiesto en su obra es que a los propios indios no les gusta ser considerados como ese país de tradición en donde se mezclan, los yoguis, los sabios y esa tecnología tan arraigada e importante en un lugar como Bangalore. Por eso su autor quizás haya escrito este libro en donde no aparecen yoguis levitando. En donde su arte, se encuentra en todas partes y las distintas divinidades parecen estar orientando al viajero; a encontrarse con un mismo y a perder el miedo en ese viaje que todos llevamos dentro.

Octavio Paz. «La India es una civilización que se ha detenido en el tiempo, como un museo, pero un museo vivo”.

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