«Normal»

Drusila

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La «Anormalidad» con su consecuente «Normalidad» es solo una cuestión de estadística, y una idea que conlleva contextualidad.
Todo aquello que distintas sociedades encuadran dentro de los parámetros de normalidad es un promedio entre extremos, sumado al valor repetido del mismo elemento dentro de un área delimitada, tanto en lo social como en lo económico y cultural.
Dicho esto, se debe despojar de emotividad, perjuicios, y distintas reacciones que provocan ambas palabras.

La idea de contexto se aclara fácilmente con un par de imágenes.
Si se arroja una moneda al aire, lo normal es que caiga cara o ceca, hay , en apariencia, solo un cincuenta por ciento de posibilidades de cada una de sus faces.
Pero, si el terreno sobre el que la moneda cae es, por ejemplo, de arena blanda, harina, o un manto de cenizas, es muy posible, «normal», que caiga de canto y así quede.
Sobre duro cemento semejante suceso es absolutamente anormal.

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Un individuo con tres piernas es llamado anormal, no porque se le castigue con escarnio, no porque se lo discrimine, en el contexto de un número extraído de una constante dada de dos piernas, una tercera se escapa del cálculo, o meseta.
Los ejemplos de entorno y estadística son infinitos, más sutiles, con multiplicidad de factores.

Ser «distinto», «especial», es afanosamente buscado por quienes desean distinguirse de la norma, paradójicamente en el mismo momento otros tantos buscan sumarse al promedio.
Es una paradoja interesante para analizar, además, muchos conflictos que una identidad fuera de la estadística genera casi siempre la necesidad imperiosa de ser reconocido por la mayoría, e integrado. Lo cual, se insiste, sacando factores emocionales es difícil.

La sociedad, temerosa de ser acusada de discriminatoria, y en una postura hipócrita, ha inventado toda una serie de extrañas palabras y definiciones para eludir la palabra «diferente».
En altísima estupidez general la sociedad busca intrincadas definiciones para demostrar que es derecha y humana, y en el esfuerzo para no mostrarse políticamente incorrecto, cuando es clara la actitud peyorativa.
Decir no vidente es mejor que decir ciego, decir hipoacústico es mas aceptable que decir sordo,
un individuo con retraso mental debe ser llamado si o si persona con otras capacidades mentales, un paralitico es un individuo con alteraciones motrices, y la lista sigue, hasta la ridiculez de, por no ofender al genero se llama a un grupo miembros y «miembras», palabra más que ofensiva.

Las voces de miles se elevan indignados, acusan furibundos ser discriminados solo por ser marcados como fuera de la norma.
Y eso, analizado desapasionadamente, no es malo.

Si la moneda cae de canto y así queda, no es motivo para rasgarse las vestiduras.

Si la moneda cae previsiblemente, cara o ceca, es tonto intentar ponerla de canto, ya que es fingido.

Solo entendiendo que todo se reduce a las ya antes mencionadas estadísticas, que esa ciencia atrapa a lo que esta tanto dentro como fuera de una cota, las pasiones se calman, y puede verse, entonces, lo que hay más allá.
Es una forma inteligente de eludir perjuicios, y también necedades.

Sonia Drusila Trovato Menzel (texto e ilustración)

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