Con afectos secundarios

  • Por Juan «El letrastero» desde su sección “Acuéstate y suda”
  • Reconocimiento a los secundarios, que no segundones, y su difícil papel

 

Lo reconozco, siempre me han interesado sobremanera esas personas que se enfundaban la capa del antihéroe, como era el caso de Charles Chaplin encarnando a Charlot, o el de Mario Moreno con su inseparable Cantinflas.

Representativos son también los personajes que Pío Baroja plasmó en gran parte de su obra. Evidentemente se les tacha de perdedores, pero no creo que sea así, ya que poseen ese aura cargada de probidad, que escupe una masa de sentimientos con los que identificarse, y que suele rebotar una y otra vez contra el muro del líder o protagonista; quedándose a vivir entre los brazos de ellos: los secundarios. Aunque, no nos confundamos, no es lo mismo ser un secundario que un segundón. Porque para representar estos papeles, se requiere de una medida destreza y un nítido savoir faire que dicen los franceses, además de unos roles calibrados con la exactitud precisa, cual reloj suizo. El papel de los secundarios no es para nada fácil. Puede que nunca hayamos reparado en su actividad, pero son un componente esencial. Estableciendo un símil con un coche, por ejemplo: si la línea tiene buen gusto, y luce chapa y pintura impecable… bien. ¡Pero ojo!, sin unos ejes con sus respectivas ruedas que giren correctamente desgastándose contra el asfalto… nada de nada.

 

El papel de los secundarios no es para nada fácil

 

Así, de sopetón, y llevando el tema de los secundarios al mundo del celuloide, me cuesta imaginar una película como es “Amanece que no es poco” sin el gran Luis Ciges. O lo que se puede considerar una mano ganadora de secundarios sin ir de farol, que no es otro que el elenco principal de “Atraco a las tres”: José Luis López Vázquez, Gracita Morales, Manuel Alexandre… etc, etc.

El deporte y sus diferentes modalidades, son un escaparate de vidrieras desnudas y con claridad a la hora de ensalzar todavía más la figura de los de atrás. En el atletismo, ¿quién no ha oído hablar de “la liebre”? Que no es otro que un deportista que se desfonda, llevando el ritmo de la carrera hasta que ya ha cumplido su misión. Y es ahí, cuando se retira y deja paso a los que se disputarán la victoria o puesto en el pódium. Ese es el instante en el que su sombra se hace alargada, mientras tanto, los que optan a victoria le pisan literalmente los talones. Pero desgraciadamente, su figura se difumina en segundos con un caminar anónimo por fuera del tartán. Hay que ser muy generoso y tener al ego muy a raya para acometer esa acción. Nunca saldrá en la foto. Y nadie se acordará que esa “liebre”, se cargó la carrera a cuestas con sus zancadas; desde el pistoletazo de salida, hasta en ocasiones la penúltima vuelta.

Ya lo cantaron  acertadamente Abba: “The winner takes it all” (Los ganadores se lo llevan todo). Un dato curioso: el cuarteto sueco era la banda favorita de Sid Vicious.Y también de Ritchie Blackmore (de los “Parpel”). Otros dos que fueron secundarios a su manera. El primero, porque quiso el señor Mclaren, el manager de los Sex Pistols. Y el segundo, porque era tan suyo, que se pasaba partes de las actuaciones de Deep Purple dando la espalda al público y entablando conversaciones con la torre de amplificadores Marshall, mientras mostraba un virtuosismo de líder, que lo era, aunque renegase de ello en ocasiones. Sin embargo, no lo hacía a su egocentrismo.

 

Ya lo cantaron acertadamente Abba: “The winner takes it all”
(Los ganadores se lo llevan todo)

 

Ahora que sale el tema musical a la palestra, no quiero dejar pasar la ocasión para honrar la figura de un secundario de lujo; que no es otro que Malcolm Young. El rasgueo de cuerdas clavadas, e incluso el tempo de metrónomo que hizo grandes a los AC/DC, le debe mucho a él. Pese a que, su papel nunca fuese reconocido, ni creo que lo pretendiese, como el de un héroe de la guitarra, no hay que olvidar que si hemos movido los pies con el riff de “Back in Black”, por lo menos deberíamos tener al bueno de Malc entre nuestras oraciones por la autopista al infierno. Recuerdo una vez que, justo llegando a Ponte Bibei… iba escuchando a los australianos en el coche, y… ¡Aleluya! Se hizo la luz y lo tuve claro: Malcolm era el equivalente a los pilares que aguantan el peso del puente romano. Sobre él y esos pilares se sostenía el resto, lo que viene a ser todo.

Tampoco me gustaría dejar en el tintero, ahora que se toca lo musical, el papel de los teloneros. Son algo más que los que caldean el ambiente. Aunque, hay que remarcar que con el paso de los años he podido comprobar el hecho de que cada vez se les presta menos atención. ¿Saturación por otras vías? ¿Internet? No sé, pero a mí, personalmente, la figura del telonero me resulta tan valiosa como entrañable. Supongo que estar dejándote la piel mientras los seguidores de la banda principal están de palique o haciendo colas en las barras o lavabos, debe requerir de un nivel de concentración y de terquedad musical dignas de alabar. Que se lo digan a los Ramones, que en un par de visitas a la península fueron teloneros de Mike Oldfield y U2, cuando por trayectoria y por lo que representaban, merecían una quijotesca justicia, o para que nos entendamos, invertir papeles. Pero el poderoso caballero don dinero no entiende de bagaje sin tregua. Eso sí, a unos promotores así, seguro que el alioli se les cortaba en plena elaboración. Porque para combinar carteles, queda al descubierto que no eran muy duchos, no.

 

Que se lo digan a los Ramones, que en un par de visitas a la península fueron teloneros de Mike Oldfield y U2…

 

Pero ya para acabar con esta turra invernal, el antihéroe por naturaleza y con una mayor carga de épica, habita en lo que se llama la serpiente multicolor. El ciclismo nos lo trae en volandas y magullado, pero así es… ¡tachan tatachán!: los gregarios. Exponentes de que, hay que tener el sentido del egoísmo en la uña del dedo meñique del pie para descolgarte del pelotón hasta el coche del director y recoger bidones e instrucciones, que acto seguido, deben subir y repartir al resto del equipo. Pero ante todo, al jefe de filas (que no le falte de ná). Todo eso, cuando la cabeza va por un lado, los pulmones por otro… y las piernas empiezan a saturarse de kilómetros y de una enhiesta carretera que se enfila buscando abrazar el punto alto del puerto. Aquí, mandan en ocasiones e injustamente los galones. Dándose casos puntuales en los que antes de cura, alguno fue fraile. El caso de Induráin, guardándole las espaldas a Perico Delgado, previamente a la eclosión del navarro, ilustra el cometido del gregario. ¿A cuántos gregarios hemos visto ser frenados en plena ascensión o escapada, así como a su ímpetu, evidenciando un mejor estado de forma que el líder del equipo? Perderíamos la cuenta.

 

El caso de Induráin, guardándole las espaldas a Perico Delgado, previamente a la eclosión del navarro, ilustra el cometido del gregario

 

Por eso me seguiré quedando siempre con la imagen que proyectan de sí mismos los secundarios. Pero sobre todas las afirmaciones, aunque sea un grito en el desierto, deberíamos enaltecer por una vez el papel de estas liebres; de aquellos gregarios; de esos teloneros. Pues además de digno, es una tarea muy… muy difícil. Ya que para aguantar el tipo en la retaguardia se requiere destreza, pero una buena carga de astucia incorporada de serie.

Secundario… no sabe serlo cualquiera. Y a mí, siempre me gustó más el brillo de sus medallas: las de plata y bronce, que regalaban con el “Colacao”, con motivo de las Olimpiadas de Los Ángeles ´84. Evidentemente, se trataban de réplicas. La de oro…  me cegaba. ¿Y para qué negarlo?, siendo precavido, la del ganador… te la podían robar. 

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