Entre listos y listones

  • Por Juan «El letrastero» desde su sección “Acuéstate y suda”

 

Hay que tomarse las cosas con calma y grandes dosis de filosofía, que suele decir un amigo. Lo cual, se antoja una misión más complicada de lo que a simple vista parece con la que nos está cayendo encima. La miopía con la que se está despistando a la realidad, lleva a que el ser humano vuelva a tropezar de nuevo con la misma piedra. No sé si se trata de aquella a la que se refería un casi azabachado Julio Iglesias en una de sus estrofas, pero repetimos errores de otros tiempos. Aunque, el totum revolútum mineral no anda huérfano en la actualidad, ni de largo, vamos. Yo, declaro anárquicamente, mi debilidad por la ranchera de la piedra. Sí, sí, la del camino; la que enseñaba que el destino era rodar y rodar… rodar y rodar. No es una exagerada conclusión, pues, bien podría incluirse en el dogma pérfido y poco creíble de los que se creen los reyes del mambo, con ese magnetismo que el rictus afable y firme les deja impregnado en el rostro, cara… o hablando claro, en la jeta de muchos de ellos.

 

Yo, declaro anárquicamente, mi debilidad por la ranchera de la piedra. Sí, sí, la del camino; la que enseñaba que el destino era rodar y rodar… rodar y rodar

 

Válgame mi errátil opinión, pese a que nunca atraque en el puerto franco de la idea cerril, e incluso huya despavoridamente de esos caladeros sobreexplotados de información, que cuentan lo que quieren, les conviene, o lo que es todavía más aterrador: lo que les dictan. No hemos salido de Guatemala y ya estamos dándole con los nudillos en la puerta a Guatepeor. ¿De qué ha servido aquel triste panorama de hospitales improvisados? ¿Ya no nos acordamos que los recortes de años atrás dieron esos resultados? Si la memoria no me hace un regate, hace una década por lo menos, ya existían reivindicaciones y exigencias justas de nuestros sanitarios, pero bueno, mientras se hinchen los presupuestos militares y se rebajen los destinados a la salud (PÚBLICA, con mayúsculas), nos podremos sentir muy seguros con todos los blindados y cazas habidos y por haber. Y si no, pues venga desfiles. A lucir la artillería. Que no se nos olvide que, hace muy poco, era la escasez de respiradores la que nos dejaba más pálidos que aquel jinete al que daba vida Clint Eastwood. Y todo esto por el módico precio de… el precio injusto. ¿Tiene un valor monetario la vida de una o varias personas? Yo opino que no. ¿Existen los milagros? No lo sé, pero no creo en ellos. Será porque tales ejemplos como el de Lázaro, el de la multiplicación de los panes y los peces, o el de caminar por el lado salvaje del mar de Galilea no ayudan mucho, la verdad. Walk on the wild side, ríete tú de Lou Reed.

 

Que no se nos olvide que, hace muy poco, era la escasez de respiradores la que nos dejaba más pálidos que aquel jinete al que daba vida Clint Eastwood

 

Evidentemente, no sé si milagros o qué, pero ejercicios malabares, el personal sanitario ha tenido que aprender a hacerlos, además de perfeccionar su técnica hasta límites inimaginables. Bueno, yo creo que junto a ellos, gran parte de la sociedad. Y digo parte, porque existe una que parece vivir en su burbuja de cristal: como ese consejero de Ayuso, que no sabe dónde están los pobres, porque él no los ve. Por favor, qué enaltecimiento de la soberbia más cínica. Lamentable. Que levante la mano a quién no se le ha quedado el trozo de tortilla pinchado con el tenedor en la antesala de la boca al sentir semejantes sandeces delante del televisor, o al contemplar las conductas vergonzantes del hemiciclo. No sé si se puede comparar a una olla de grillos o a una jauría. Ya lo expresó con una dosis clarificadora y sin rodeos José Antonio Labordeta cuando se desahogó (con motivos) en el estrado de oradores. Y tengo que reconocer una cosa, que no la digo, porque en la mesa hay que guardar ciertas formas, pero habré perdido la cuenta de las veces que le he copiado la frase mentalmente al profesor zaragozano, con eso… el trozo de tortilla surfeando el paladar ante esa conjugación de estupefacta indignación.

Vivimos tiempos duros, crudos y envasados en un vacío que nos asfixia por parte de las élites. Únicamente, nos abren el envase para que no perdamos el conocimiento, y luego, a contener la respiración otro tanto más; hasta el siguiente golpe de urna como mínimo. ¿Podrá resistir durante mucho tiempo la clase trabajadora estas apneas económicas? Por poder, puede y debe, pensarán algunos. Y si no, pues eso, nos repartiremos respiradores al “pito-pito-gorgorito”, y al que no le toque la fortuna, pues ajo y agua.

 

¿Podrá resistir durante mucho tiempo la clase trabajadora estas apneas económicas?

 

Ahora que recapacito; es todo muy similar a ese juego tan cruel como era el de la silla, al cual jugábamos cuando llovía a mares y no nos dejaban bajar al patio. Me acuerdo que en clase, había una niña con problemas de movilidad, por lo cual, la profesora, la excluía de jugar, porque a su entender, iba a ser la primera eliminada, y como solíamos señalar con el dedo y mofarnos de los que iban quedándose sin sillas sobre las que anclar sus posaderas, le evitaba ese episodio. Lo que no sabía la señorita Consuelo, era que sólo por el hecho de excluir a esa alumna intentando protegerla, se sentía todavía peor y con el gesto más triste. Un día, vino una sustituta y le propusimos jugar al juego de la silla, pero con una variación, que participase también Raquel, que era el nombre de aquella compañera de clase. Aceptó y nos dispusimos a jugar, o mejor dicho, nos adaptamos a su juego, porque hasta la sexta o séptima palmada que, a modo de señal, nos indicaba que debíamos sentarnos en aquellas sillas (en número siempre inferior al de culos participantes), Raquel no fue eliminada. Evidentemente, le cedimos ventaja, pero valió la pena verla dentro del grupo, sonriendo como lo que éramos, niños.

A veces, ver las frases clarificadoras que coloca en su estado de whatsapp el amigo J.B. da Enciñeira (Rynardi), te sirven de “Visvaporú para despejar la cabeza e incentivar el pulsado de tecla. Pero, con tantas injusticias habidas y por haber, salvo las del emérito (líbrenlo de toda causa), queda de por sí justificado el afirmar que sarna sin gusto pica, y que las verdades son como los pimientos de Padrón, unos…

 

Qué razón tenía Rosendo (Gloria al padre…):

Aunque te agites siempre habrá algún eminente, que a mi manera de pensar, hace el apaño porque tiene suficientes dotes de popularidad

(Listos para la reconversión)

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