Cosas que pasan cuando te casas con una india estadounidense

Manuel Guisande

Manuel Guisande

Me pregunta una bloglectora si es cierto que estoy casado con una india americana, de la tribu sioux, o es una broma; y, como digo en el blog, lo que voy a contar son «anécdotas reales y cosas de la vida». Y tan real es que ella (Veneatra Pahynter) es india americana, de Ohio, como que la conocí en una aldea de 11 habitantes, que es donde vivo, y que la media de edad de mis vecinos es de 70 años.

Reconozco que esto no es muy normal y que es más propio del libro Guinneses que de otra cosa, pero la vida es así; te recorres media Europa y algún que otro país más de otros continentes y, al final, resulta que un día, por esas cosas de la vida, en un lugar en el que hay menos gente que en cualquier parada de autobús… pues conoces a quien va a compartir tu vida y todo (si quieren un día se lo cuento), porque se confundió de casa. Como te lo digo, se confundió de casa y… nos casamos.

Sea como sea, cuando te casas con una extranjera todo son ventajas y terminas hablando un idioma común, único y, sobre todo, indescifrable e incomprensible para el resto de los mortales y hasta piensas que en la primera, segunda o la Guerra Mundial que viene, que vendrá, puedes tener un futuro impresionante porque como espía no hay quien descifre lo que hablas.

Por ejemplo, en mi casa los «botones» no son los de la camisa, ni los de un abrigo, ni los de una chaqueta, son los granitos; las «orejas» no son los que tenemos a ambos lados de los occipitales, son los cojines porque ahí (luego lo descubrí), según ella, pones la oreja. «Párrajo» no es pájaro (como que esto iba a ser sencillo), sino que, como ella es traductora, es «párrafo»; «ternera» no es la cría de la vaca, es ternura; y la «carne», por ejemplo, no es el bistec, es el carné de identidad.

También sucede que no discutes mucho porque, ante cualquier situación, por extraña o rara que sea, ella piensa: «Es que no me entiende; pero no lo hace por mal». Y viceversa, aunque reconozco que le echo un poco más de cara, pero siempre con cariño, claro, sí home sí.

En una ocasión recuerdo que me dijo que fuera al supermercado y que trajera cuatro o cinco cosas. Llegué a casa con las bolsas y me dijo: «¿Has traído la comida del perro?». Le contesté que no, que me había olvidado, a lo que respondió: «Qué bueno eres. Gracias». Y no pasó nada, salvo que el perro, obviamente, no comió. Como digo, casarse con una extranjera todo son ventajas; aunque supongo también que tendrá sus inconvenientes, pero como no la entiendo…

 

Manuel Guisande

http://manuelguisande.wordpress.com/

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