Calígula. Primera Parte

Drusila

Drusila

Los hubo en todo sentido peores, los hubo duales, es decir, de aspectos luminosos que fueron rescatados, y los tenebrosos piadosamente difuminados.
Pero ninguno tan estigmatizado como Calígula y solo gracias a dos testimonios escritos en promedio más de cien años después de su muerte.
¿Por qué?, una gran pelea con el poder político de la época distorsionó su nombre y hechos hacia el mal de una manera poco creíble.
La historia jamás debe leerse con mirada contemporánea, pero, en este caso, la actualidad bien vale de referencia. La rueda de acontecimientos siempre gira en el mismo lugar.
La reacción del Senado Romano por quien atentó directamente contra sus intereses es, en este caso, aleccionadora.

Vale aclarar que al menos en el pasado, las intrigas palaciegas con su correspondiente derramamiento de sangre o veneno rara vez tocaba el interés de la plebe, la gente común no solo desconocía lo que sucedía en los palacios si no que tampoco le importaba. Solo le preocupaba que el pan sea gratuito en la cuidad de Roma y los impuestos no sean excesivos en las provincias.
Los hechos en el Monte Palatino y demás montes «olímpicos» al los ciudadanos les eran indiferentes, sin embargo, esas mezquinas batallas por el poder son parte importante de los libros de historia, y es lógico, esos acontecimientos los escribían… Quienes sabían escribir.

Hablemos de Cayo Julio César Augusto Germánico, de la familia Julia- Claudia.
Hijo de Germánico, uno de los más renombrados generales romanos, popular y querido por el ejército, de niño acompañaba a su padre en las campañas, la soldadesca se derretía de amor por ese pequeño vestido como soldado, incluida las caligas, calzado militar por el cual se lo apodó Calígula.
Germánico muere envenenado, según las malas lenguas, por un sicario de Tiberio, emperador en ese momento, quien estaba no solo celoso de la popularidad del guerrero, si no que veía en él una posible amenaza a su mandato, como premio de su labor impecable debía ser eliminado.
Calígula, a temprana edad, recibió una importante lección sobre el poder y su forma de operar.

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Tiberio acoge en Roma al huérfano junto a su madre y hermanas, es posible, hasta entendible, que el muchacho sintiera durante años la posibilidad real de su propio asesinato, pues el áureo resplandor de ser heredero del gran Germánico lo seguía haciendo querido por el ejército, por tanto, hipotético causal de futura rebelión.
Más la legendaria Livia lo tomó bajo su personal protección, Livia, una mujer paradigmática, esposa de Augusto, madre de Tiberio, gobernó a la par de su marido y su hijo, inteligente, maquiavélica, poderosa.
Posteriormente, el mismo Tiberio hizo sinceras paces con el joven.
Hasta ese portentoso acto de supervivencia por parte de Calígula le fue criticado, calificándolo de simulador, indudablemente el muchacho fue por demás astuto eludiendo exitosamente la poción venenosa o el cuchillo accidentalmente puesto en su yugular.

Tiberio se retiró de la política activa, y descansó mucho tiempo en la deliciosa Capri, murió a los setenta y siete años de edad, notable longevidad para su rango, sin embargo, Suetonio asegura que Caligula lo asesinó.
Y aquí vale un interrogantes de ser así. ¿Por que espera a cuando está a punto de morir de viejo?. ¿Acaso el regicidio no habría sido más oportuno cuando era una seria amenaza para el joven príncipe?. Suetonio deja ver que su ansia por el trono es desenfrenada, de ser así, Tiberio habría muerto unos cuantos años antes.

Como sea, Calígula asume como emperador junto a su primo, Tiberio Gemelo, bastante descrito como un niño de salud delicada, quien muere al tiempo, y, por supuesto, se le endilga la culpa a Calígula, sin mucho razonamiento, porque si.
Así las cosas, el reinado de Cayo Julio Cesar Augusto Germánico comienza con brillo, gestión eficaz, reformas políticas e impositivas beneficiosas para el pueblo.
Pero, hay una serpiente oculta, desde que Tiberio se retiró a Capri desinteresándose de un trono que en el fondo jamás le importo demasiado, el Senado hacía y deshacía las cosas a su antojo.
Corrupción y negociados sin disimulo ni orden, Roma era basta, rica, sobre todo confusa en su enorme extensión, senadores, cónsules, políticos de toda laya llenaban sus ambiciones económicas y de poder sin responder ante nadie.
Con la llegada del vigoroso joven emperador toda esa intrincada red de intereses y beneficios fue amenazada.
Caligula cayó gravemente enfermo.

No existen datos claros respecto a la dolencia que padeció, solo que su vida estuvo realmente en peligro, la palabra «veneno» velada o no estuvo presente, y, a ojos históricos, probable motivo.
Como sea, Caligula debió tener una constitución particularmente fuerte, pues se recuperó contra todo pronóstico, sólo que, a partir de ahí, algo cambió radicalmente en él, veía complots rodeándolo, y motivos sobrados tenía para ello.
Entendió que los buenos modos y gentileza no servían en el serpentario romano, y actuó en consecuencia.

Los Senadores y sus partidarios no ahorraron criticas ni calumnias a medida que eran ejecutados por mayores o menores motivos, y, tanto destilaban en su contra que hasta los que afectivamente se sentían cercanos a Calígula dudaban.
Mientras el emperador eliminaba sistemáticamente y sin dudar a todo aquel que le pareciere peligroso a él, ergo Roma, la maledicencia cada vez más escabrosa lo cubría, de tal modo, llegó a nuestros días, pasando por los siglos como uno de los seres mas detestables, crueles, feroces, inmorales, dementes que hayan existido jamás.

Es de hacer notar un detalle importante, a diferencia de nuestra época, o quizá no tanto, el Senado era la aristocracia romana, estaba enteramente formado por patricios y sus familiares.
No eran verdaderos representantes elegidos democráticamente por su pueblo, eran nobles, muchos de sus cargos apenas disimuladamente hereditarios. Siempre las mismas grandes familias tenían a sus miembros ocupando negligentemente sitios encumbrados para proteger sus intereses patrimoniales.
Y siendo la fuente ese sistema político que emana mil y una anécdotas, todas desfavorables para Calígula.

Se cuenta que una vez ordenó a parte importante de su ejército entablar batalla contra el propio Neptuno, que él supervisó el ataque desde la playa mientras centenares de hombres se adentraron en el mar, partiendo olas con sus espadas, y luego de feroz golpiza contra el agua, regresaron cargados de conchas marinas como botín, … Entre alegres carcajadas.
Siendo hijo de Germánico y conociendo profundamente la mentalidad de los soldados ya que entre ellos se crió, es lógico ver en eso un entrenamiento lúdico, debía de saber que un momento de alegría une tanto como feroces batallas, ni hablar de la complicidad en la broma, además, es necesario, imprescindible, mantener a toda esa hueste activa así sea en una tarea ridícula pero agotadora para que estén calmados y se eviten riñas internas, o externas.
Cualquier estratega aplaudiría ese hecho, es más, cosas parecidas y peores han mandado hacer generales a su gente, sólo que por ser Caligula es censurable y demencial.

La historia se torna implacablemente tendenciosa, haga lo que haga siempre esta cuestionado.
Por ejemplo, se lo acusa de simular epilepsia, ya que tanto Julio Cesar, Alejandro y otros personajes notables padecían del mal sagrado, y, Calígula deseando parecerse en algo a ellos, se hacía de la enfermedad.
Al mismo tiempo y sin respiro se lo acusa de padecer verdaderamente de epilepsia, la cual es supuestamente origen de su demencia, cosa que hasta los médicos de la época sabían nada tiene que ver. Es difícil saber si sufría o simulaba ataques, lo que si se sabe es que, contrariamente a la educación que obligadamente recibían las personas de su nivel de aristocracia jamás aprendió a nadar. No se le enseñó.
Y, entre otras causas para excusar a un niño de rango noble el aprender a nadar estaba, justamente la epilepsia, por el riesgo que implicaba sufrirla en el agua.

Simulación para parecerse a los grandes hombres, renglón seguido existencia real de la enfermedad que simulaba, que en los grandes hombres era hasta deseable en él era sólo causa de locura.
Y solo es una muestra de la catarata de denostaciones.

El reinado de Caligula fue en muchos aspectos bueno para el pueblo, realizó obras en cantidad, redujo impuestos, limpió la ciudad de criminales, después de un breve periodo de escasez mejoro los puertos para que el grano procedente de Egipto llegara con más eficacia.
Sin embargo, Suetonio y otros acusan que la hambruna fue provocada por el emperador al confiscar gran cantidad de barcos con el objetivo de crear un puente flotante.
El tema de el puente es cierto, unió decenas de barcos y cruzo el trecho cabalgando, pudo haber sido un ensayo logístico, pudo haber sido una prueba de ingenio militar ya ideado por los persas, pudo haber tenido cien motivos válidos, solo trascendió que la causa fue megalomanía.
Igual, pacificó fronteras, ordenó otras, extendió algunas más, legisló duramente contra traidores, pero, para el Senado y toda la tropa de dependientes las cosas fueron distintas. Inesperadamente se les pidió sean eficaces. Que pensaran en el imperio, no en ellos.
Y seguían siendo sistemáticamente ejecutados ante faltas nimias.

Mucho se menciona que en un rapto de delirio el emperador nombró cónsul a su caballo, Incitatus, esa afrenta pretende demostrar hasta que punto no estaba en sus cabales.
Ahora bien, con ojos contemporáneos podemos ver en ese acto un claro mensaje de que era lo que opinaba de los políticos aristócratas de su época.
Y las cosas no quedaron ahí, la ofensa creció, se dijo que Incitatus era un corcel deforme ya que tenía dedos humanos en sus patas, cosa difícil porque era ganador habitual en carreras de cuadrigas. Se dijo que Caligula tenía a su caballo en una caballeriza de mármol y oro, atendido por docenas de esclavos, y con virgenes a su disposición para deflorarlas, no solo eso, el mismo emperador mantenía relaciones prohibidas con Incitatus.
Podemos hablar largamente de la moral de la entonces Roma, es posible, mas bien probable que algún episodio de ese tipo se haya dado en la clase noble o en la clase baja, pero… No sólo se denosta al hombre, también al caballo que fue cónsul.

Hablando de moralidad romana…

Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y Texto)

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