Elecciones en Argentina

El domingo 20 de Octubre se realizaron las elecciones presidenciales en la República Argentina. La ciudadanía habló, y para los funcionarios de turno el mensaje fué desvastador, tanto que en el oficialismo aún el estupor ofendido no desaparece.

Si bien el candidato oficialista, actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli sacó un ajustado margen de ventaja sobre el opositor Mauricio Macri, actual jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no llegó al 40% más 10 puntos de ventaja que en sistema establecido le hubiera dado la presidencia automáticamente, deben enfrentarse ambos candidatos en balotaje el 22 de noviembre.

Las encuestas previas eran altamente favorables para el representante del oficialismo, fallaron y la sorpresa fué mayúscula. En un hecho histórico el peronismo encarnado en el kirchnerismo perdió la Provincia de Buenos Aires, bastión constante de ese movimiento, para que se entienda, este distrito es particularmente sensible ya que concentra el mayor número de habitantes del país. La concentración del poder ahí es enorme.

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Muchos personajes oficialistas se muestran confundidos y preocupados, no es para menos, ya que unos cuantos acumulan causas judiciales.

Lejos de mostrarse atentos al mensaje de las urnas, montados en su constante soberbia, se dedican a culpar a medios, periodistas, intendentes, su propio candidato Scioli, y la lista sigue hasta llegar a extremos ridículos. Para estas gentes la autocrítica es una imposibilidad absoluta, una derrota no puede achacársela a algo tan simple como el resultado de una pésima gestión.

El derrotado candidato a gobernador, actual jefe de gabinete y genuflexo mano derecha de la presidente, Aníbal Fernández, ha soltado diatribas sin freno ni medida, encolerizado por un resultado adverso del cual, con histrionismo digno de grandes escenarios, no se hace cargo. Sin haber logrado siquiera ganar en el municipio donde ejerció la intendencia, este personaje arrogante sigue escupiendo sapos y culebras, sin importarle que perjudica al candidato presidenciable de su propio partido.

Como él, otros y otras arremeten enceguecidos, mostrando claramente cuanto prima el egoísmo y la necesidad de acumular poder para asegurar, entre otras cosas, impunidad.

Habiéndose ya consagrado la totalidad de gobernadores, intendentes, diputados, concejales y demás fauna en sus futuros puestos, sólo quedan para definir los dos candidatos a presidente, el nombrado Daniel Scioli, actual gobernador y Mauricio Macri, opositor al Kirchnerismo.

Ergo, acomodados o desacomodados en principio la multitud de funcionarios, han dejado bastante solo al candidato oficial, la misma presidente, luego de despacharse con dos y hasta tres cadenas nacionales por semana con la excusa de anunciar hechos bastante intrascendentes para hacer proselitismo se ha llamado a ofendido silencio.

Se desprende que muchos de los ciudadanos no han votado «a favor de…», si no «en contra de…», por más que la maquinaria estatal funcionó a pleno con clientelismo político, entrega de Planes, (un magro subsidio a la pobreza), entrega de bolsas de comida, aquello a lo que siempre recurrieron los caciques locales para asegurarse el poder.

Y, a pesar de los aparentes resultados favorables en las encuestas previas, se entiende que esos procedimientos no logran hoy en día el objetivo deseado, la manipulación.

Las encuestas es otro tema interesante que se desprende de esta elección, prestigiosas encuestadoras con toda la tecnología y presupuesto a disposición se equivocaron y por mucho.

La interpretación es sencilla, la gente consultada mintió.

Lo cual desprende que efectivamente existe desconfianza para dar información, y en muchos casos temor, pero en la soledad del cuarto oscuro cada quien siguió su parecer haciendo caso omiso de la propaganda, guiados por la realidad, a la que los funcionarios pocas veces acceden, ya que viven en una esfera distinta del ciudadano común.

Así las cosas en este cambiante panorama, un tercer candidato surge como referente del peronismo no kirchnerista, Sergio Massa, quien habiendo logrado una respetable elección se erige con futuro prometedor. Aglutina en torno a si no sólo a dirigentes peronistas pero opositores al gobierno, también radicales, y algún que otro representante ideológico de otros colores, quienes tampoco están de acuerdo con Mauricio Macri, pero hoy lo apoyan en desmedro de Scioli, es decir, del aparato estatal.

 
El panorama para Daniel Scioli se presenta complicado, debe desprenderse del kirchnerismo en menos de un mes, mostrarse lo suficientemente independiente para convocar a aquellos quienes votaron «en contra de…», sin embargo se duda que solo tenga el poder de convocatoria necesario ya que su gestión como gobernador es cuestionada.
La presidente sigue en silencio, pero, se anticipan virulentos ataques de la misma, estos resultados ponen cierto coto a las aspiraciones de retornar en unos años.
 
El culebreo en las alturas inaccesibles del poder olímpico sigue, los ciudadanos ven como las dentelladas rabiosas arrancan tiras de carne de antiguos aliados, presenciamos un deplorable estado donde todo vale para conservar poder y acceso a intrincados negocios sucios por demás.
Da vergüenza de estas peleas dignas del más bajo burdel, no de dirigentes que tienen ante todo la responsabilidad del destino de millones de personas. Si bien la palabra «vergüenza» perdió significado en estas latitudes.
 
Gane Scioli, gane Macri, al menos los eternos caciques que pululan en las sombras están atorados con la novedad de que a veces la gente corta boletas, incluso aquellas diagramadas para que sea difícil quitar a un candidato no deseado.
A veces, solo a veces.
 
Sonia Drusila Trovato Menzel 

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