Y la frase que más le gusta decir a los gallegos es…

  • Pois si hay que ir… vaise
  • Así lo explica el escritor y periodista en uno de los relatos de su último libro
  • “¿Cómo somos los gallegos?, depende” es el título de la obra que ha sido galardonada con el Premio de Literatura y Ensayo Fernando Arenas Quintela 2017
  • El libro va camino de convertirse en un éxito editorial

Manuel Guisande cuando presentó la obra

 

En una época que quitando escritores consagrados y personajes públicos que escriben en ‘su momento’, un éxito editorial se consideran medio millar de ejemplares vendidos, Manuel Guisande a conseguido vender trescientas unidades de su última obra “¿Cómo somos los gallegos?, depende” en escasos dos meses.

¿Cómo? Plasmando el día a día y la naturalidad gallega con ese humor suyo tan característico. Su proximidad vía todos los canales a contribuido a este éxito. Muy activo en redes sociales y sobretodo, contestando (incluso facilitando el teléfono para continuar las charlas) e interactuando con sus seguidores ha logrado que se conozca (y se compre) este fantástico nuevo               libro.

Su libro se puede adquirir en las siguientes librerías: Arenas, Couceiro, Avir, Lume, Cascanueces, Inoa y Sisarga (A CORUÑA); Biblos (BETANZOS); Follas Novas, Ler y Gallaecia (SANTIAGO); Trama y La Voz de la Verdad (LUGO). Central librera (FERROL); Librouro (VIGO), Cronopios y Metáfora (PONTEVEDRA); Porta da Vila (VIVEIRO). Próximamente en, Ourense, Sanxenxo, Cangas, y Foz

O en Amazon: https://www.amazon.es/Como-somos-gallegos-Manuel-Guisande/dp/849510072X?_encoding=UTF8&psc=1

Y para ‘abrir boca’ nos deja este relato incluido en el mismo y motivo del título de este artículo:

 

¿Sabes cuál es una de las frases que más le gusta decir a los gallegos?

Yo estoy orgulloso de ser gallego, yo soy… ya no sé qué iba a decir, pero el gallego…, el auténtico, el de pura cepa albariño, me mata, me destroza. Ni siendo primo hermano del apóstol Santiago puedes llegar a entenderlo, imposible; o naces aquí, y aún naciendo… pues tampoco, a lo mejor muriendo… pero claro, no es plan.

Tú en una aldea te encuentras con un gallego de los de verdad, de esos que tienen un barrigón que no veas y un jersey Lacoste que nunca sabrás cómo llegó a él, y le dices: «Lavandeira, ¿vamos a casa de Chuchi?». ¿Y qué crees que te responde Lavandeira?¿qué crees tú que te puede decir?, ¿qué imaginas, si es que puedes imaginar, que te va a contestar mientras te mira que parece que no te mira pero te mira?

Te va a decir sí, quizás no… pues ni sí, ni no, ni a lo mejor, que esto último también sería muy galaico. No. Te mira y, tras observarte incluso con ojos cándidos, te dice: «Pois si hay que ir… vaise». Pero, joé, ¡¡por Diosssssss!!, ¡cómo que si hay que ir vaise…!, ¡que no es una obligación!, ¡que no te ponen falta!, ¡que ya no estás en el cole!, que si quieres ir vamos, y si no, pues no vamos, cómo es eso de que «si hay que ir vaise». Y si le vuelves a preguntar, ni que hicieras un rewind existencial, la misma respuesta, «si hay que ir… vaise» y de ahí no se apea.

Mira, a mí cuando me ocurre esto, pues preguntas si le cae bien el tal Chuchi, si tiene algún problema con él, si pasó algo, si alguna vez… y te hablará de lo que sea; de que lo conoce de cuando estudiaron juntos en la escuela y D. Ramiro repartía mandobles a diestro y siniestro, de cuando jugaban en el alpendre do Xirelo, de que si sus padres ya se conocían de solteros, de…. pero saber si le cae bien o mal… no, «si hay que ir… vaise».

Tú le insistes por eso de que te desconcierta y porque hasta tienes miedo de que haya ocurrido a saber qué y que al Chuchi se le crucen los cables, le venga un recuerdo remoto y salga a recibirte con una recortada.

Y entre que estás si pasó o no algún sucedido, allá, en una pista cualquiera de Galicia, en medio del todo y de la nada, entre arbustos y claros, entre ríos y fuentes, Lavandeira que se sube al coche, arrancas, vas por unas pistas, y mientras lo miras de reojo pensando otra vez en cómo le llegó el jersey Lacoste, tú, que lo tenías claro, pero superclaro, hasta piensas: «¿Y realmente habrá que ir?», y hasta te respondes…: «Inda vai ter razón, si hay que ir… vaise».

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