Vinos icónicos: NOE VORS, cuando los años no pasan por los vinos de Jerez

  • Colaboración del Grupo Sobrelías (Revista, MarketPlace y Guía)

 

Hoy, dentro de nuestra sección de vinos icónicos, viajamos a una de las catedrales del vino en nuestro país como es Jerez de la Frontera, cuna de nuestros vinos generosos por excelencia más reconocidos a nivel internacional. Y os acercamos hoy uno de los vinos más icónicos que año tras año consigue el reconocimiento en los certámenes en los que participa y en los mercados es sinónimo de excelencia. Se trata del vino NOE VORS que elabora en esta zona vinícola la bodega González Byass.

 

Dentro de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry se conoce como VORS (del latín Vinum Optimum Rare Signatum) a aquellos vinos que tienen una vejez superior a los 30 años. También se ha hecho que esta denominación coincida también con las siglas en español de «Vino Seleccionado como Optimo y Excepcional» e igualmente con la expresión en inglés «Very Old Rare Sherry». Así lo aprobó este Consejo Regulador en el año 2000 y, dada su excepcionalidad, eran calificados como ‘Vinos de Sacristía’.

Vino elaborado con el sistema tradicional de soleras y criaderas, con parte de crianza biológica (velo de flor) y parte oxidativa, en este caso dentro de botas jerezanas de roble americano. Un vino que es elaborado como monovarietal Pedro Ximénez con uvas procedentes de la viña Esteve ubicada en la zona superior de Jerez, donde se pasifican las uvas por el tradicional sistema de soleo.

 

Estamos ante un vino dulce (Vino Dulce Natural) realmente espectacular que permite descubrir por un lado la excelencia de esta varietal a la hora de elaborar este perfil de vinos y, por otro, permite ver el reflejo de las peculiaridades del terroir jerezano aportan a sus vinos, como por ejemplo la tradicional ‘albariza’ que caracteriza los suelos de los viñedos de esta zona.

Un vino que en la fase visual de la cata nos deja en la copa un color ébano, muy cubierto, profundo, intenso, muy cubierto, una lágrima de fluido denso que deja un dibujo por toda la copa ‘eterno’.

Ni que decir tiene que en la fase olfativa nos encontramos con un vino tremendamente complejo, con una gran intensidad y en el que aparecen inconfundibles aromas a frutas pasificadas (ciruelas, higos,…), toques especiados muy intensos, a frutos secos, café, tostados, caramelo, chocolate, humo, torrefacto, toques a pastelería, con un ligero toque salino de fondo (de la albariza que os comentábamos anteriormente).

En la fase gustativa es entrar en ‘otra dimensión’, con un ataque dulce pero sin exceso, amplio en el paso por el paladar, sedoso, cálido, elegante, con mucha fruta pasificada de nuevo, fluido por todo el paladar, con una acidez que mitiga a la perfección el posible toque dulce, con enorme persistencia y un final infinito’.
Una maravilla de los sentidos su cata, se nos antoja imprescindible para las sobremesas de estas Navidades sin ningún género de duda.

 

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