Valdeorras, comarca situada al este de la provincia de Ourense, es tierra de contrastes: de pizarras oscuras y viñas centenarias, de ríos con memoria minera y montes que miran al Sil. Durante siglos, este territorio ha sido modelado por el trabajo humano y por la fuerza de la naturaleza, y hoy encara una transformación silenciosa pero decisiva: la de su paisaje.
Este artículo es una invitación a mirar Valdeorras no solo con los ojos de quien recuerda, sino con la conciencia de quien observa sus cambios actuales. Desde la explotación intensiva hasta la resiliencia comunitaria frente a los incendios o el cambio climático, la comarca vive —y resiste— una evolución constante.

La minería de pizarra: cicatrices productivas
Durante el siglo XX y hasta hoy, la minería de pizarra ha sido uno de los motores económicos de Valdeorras. Municipios como Carballeda, Rubiá, O Barco o A Rúa acogen canteras activas cuyas huellas son visibles en el relieve. Esta actividad ha generado empleo, pero también ha dejado un fuerte impacto visual y ambiental.
La restauración paisajística de antiguas explotaciones es uno de los retos actuales. En algunas zonas, como la cantera de Valdegodos, se han iniciado procesos de recuperación ambiental, pero el proceso es lento y requiere implicación institucional y empresarial.
La viña como resistencia estética y cultural
Frente a las laderas erosionadas por la minería, las viñas aportan otra narrativa: la del cuidado, el paisaje ordenado y el valor cultural. La Denominación de Origen Valdeorras, con variedades como Godello o Mencía, ha sido clave para preservar terrazas centenarias y evitar el abandono de fincas.
En pueblos como Vilamartín, Petín o Larouco, pequeños viticultores han recuperado viñedos viejos, y proyectos como A Coroa, Godeval o Valdesil son ejemplos de cómo el paisaje vitícola también puede ser motor de desarrollo y de conservación. Las terrazas, muros de piedra y bancales forman parte de un patrimonio agrícola que también configura el paisaje visual de la comarca.
Incendios forestales: heridas recientes
Uno de los episodios más dolorosos en la memoria reciente de Valdeorras fue la oleada de incendios forestales en julio de 2022, que arrasó miles de hectáreas entre O Barco, Rubiá y Carballeda. El monte de Casaio y las inmediaciones del Parque Natural da Serra da Enciña da Lastra sufrieron daños significativos, afectando no solo al entorno natural, sino también a las aldeas, al ganado y al ánimo colectivo.
Desde entonces, varias comunidades han puesto en marcha medidas de prevención y gestión forestal participativa, como las impulsadas por asociaciones vecinales en Vilariño de Conso o la reactivación de antiguos caminos para facilitar accesos en caso de emergencia. El paisaje herido, como tantos en Galicia, comienza ahora una lenta regeneración.
El agua y el Sil: vida en movimiento
El río Sil, eje vertebrador de Valdeorras, ha sido históricamente fuente de vida, comunicación y riqueza natural. Hoy se ve afectado por cambios climáticos —menos caudal en verano, eventos extremos de lluvias—, así como por vertidos e impactos asociados a la minería o la actividad urbana.
La comunidad local se ha movilizado en varias ocasiones para denunciar estos impactos, como ocurrió con los vertidos en el entorno de O Barco en 2023. El cuidado del Sil es también una forma de cuidar el paisaje, especialmente en un momento en el que los recursos hídricos se vuelven más frágiles.
¿Hacia dónde evoluciona Valdeorras?
El paisaje de Valdeorras no solo cambia por lo que se construye o se destruye, sino también por lo que se abandona. Muchas aldeas presentan signos de despoblación, fincas cerradas y caminos que desaparecen bajo la maleza. Frente a ello, algunos ayuntamientos y colectivos apuestan por modelos de desarrollo sostenibles: turismo de naturaleza, productos de kilómetro cero, rutas enológicas o recuperación del patrimonio etnográfico.
Ejemplos como el Centro de Interpretación da Enciña da Lastra o las rutas señalizadas desde Pumares marcan un camino posible: transformar el entorno sin perder su esencia.
Conclusión: el paisaje como relato vivo
El paisaje de Valdeorras no es solo fondo de postal: es un relato vivo, hecho de memoria, trabajo, fuego, piedra y vid. Su evolución refleja los cambios sociales, económicos y ambientales que marcan el futuro del rural gallego. Y aunque a veces las heridas del territorio parezcan irreparables, también hay brotes que anuncian una nueva forma de habitarlo. Con respeto, con arraigo y con una mirada consciente, es posible construir un paisaje que también sea hogar.
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