Ribeira Sacra: testimonios de pasión por la tierra

La Ribeira Sacra es mucho más que viñedos en bancales, monasterios milenarios y paisajes de postal. Es una tierra que vive en la memoria y en las manos de quienes la cuidan día tras día. Personas que, a través de su dedicación, mantienen viva una herencia que podría haberse perdido en el olvido. Esta es una recopilación de testimonios reales, voces que encarnan la pasión por un territorio único.

Fuente: Turismo Ribeira Sacra

María, viticultora por herencia y vocación

María nació entre cepas. Su familia lleva generaciones cultivando uva en Doade, donde la viticultura heroica no es una etiqueta comercial, sino una realidad diaria. “Aquí no puedes usar maquinaria pesada. Todo lo haces a mano, en pendiente, con cuidado. Pero también con mucho amor”, explica.

En los años 90, cuando muchos jóvenes se marchaban, ella decidió quedarse. Se formó en enología y lideró la transformación de la pequeña bodega familiar. Hoy produce vinos que han sido premiados en concursos internacionales, pero lo que más le enorgullece es ver cómo sus hijos ya ayudan en la vendimia: “No sé si seguirán mis pasos, pero ya sienten que esta tierra es suya”.

Xosé, guardián de un monasterio y su historia

En la parroquia de Atán, Xosé trabaja como guía voluntario en una pequeña iglesia románica. Es profesor jubilado y dedica parte de su tiempo a mostrar a visitantes la riqueza del patrimonio local. “Cada piedra cuenta una historia. Y si no la contamos, la historia se borra”, afirma.

Ha investigado archivos, escrito pequeñas guías y organizado visitas escolares. No busca reconocimiento, solo transmitir el valor de lo que tenemos. “La Ribeira Sacra no es solo vino. También es cultura, espiritualidad, silencio”.

Carmen y su posada entre soutos

Carmen decidió cambiar su vida tras una larga trayectoria como administrativa en Lugo. Regresó al pueblo de sus abuelos, Castro Caldelas, donde rehabilitó una antigua casa entre soutos de castaños. Allí montó una pequeña posada rural con cocina de kilómetro cero. “No vine a jubilarme. Vine a devolverle algo a esta tierra”, dice con convicción.

Su negocio no solo acoge turistas. También organiza talleres de cocina tradicional, rutas de recogida de castañas y encuentros con vecinas mayores que enseñan a hilar lino o conservar mermeladas. “Es una forma de preservar saberes que están desapareciendo”, señala.

Ramón, artesano de barcas en Os Peares

Aunque su oficio está en peligro de extinción, Ramón sigue construyendo barcas de madera como lo hacía su padre. En Os Peares, donde confluyen el Miño y el Sil, estas embarcaciones eran esenciales para el transporte y la pesca. Hoy, las barcas apenas se usan, pero él continúa trabajando la madera, manteniendo vivo un saber que no figura en los libros.

“Cada curva del río tiene su lógica, y cada barca debe respetarla”, afirma. Recibe visitas de estudiantes, colabora con museos etnográficos y sueña con crear una escuela-taller para enseñar su oficio. “La Ribeira Sacra no puede perder su memoria fluvial”, insiste.

Historias que construyen un futuro con raíz

Lo que une a todas estas personas no es solo el amor por su tierra, sino su voluntad activa de protegerla y compartirla. Frente al despoblamiento, la falta de servicios o las dificultades económicas, han elegido el compromiso. No con nostalgia, sino con esperanza.

Muchos de estos proyectos personales están hoy conectados entre sí a través de cooperativas, asociaciones o iniciativas turísticas sostenibles. Desde una pequeña quesería familiar hasta una editorial que publica libros sobre leyendas locales, la Ribeira Sacra se está reconstruyendo desde dentro, sin perder su esencia.

La Ribeira Sacra como símbolo de resiliencia

Hablar con quienes viven y trabajan en la Ribeira Sacra deja una sensación clara: no se trata solo de preservar el pasado, sino de hacerlo dialogar con el presente y el futuro. El legado no es algo estático, sino algo que se activa cada vez que alguien decide sembrar, contar, enseñar o cuidar.

En este territorio donde el tiempo parece tener otra cadencia, cada gesto cotidiano —podar una vid, restaurar una ermita, cocinar empanada de zorza al modo tradicional— es también un acto de amor. Un modo de decir: “esto vale la pena, y quiero que continúe”.

Un legado vivo

La Ribeira Sacra no sobrevive gracias a grandes inversiones ni a campañas institucionales. Vive —y florece— por la pasión de su gente. Personas anónimas, muchas veces invisibles en las estadísticas, que día a día construyen un futuro posible desde el respeto a lo heredado.

Estos testimonios son solo una pequeña muestra de una gran verdad: que cuando la pasión se une al compromiso, la tierra responde con belleza, sentido y pertenencia. Y eso, en tiempos de incertidumbre, es una lección poderosa.

Te puede interesar: Los Monasterios y su Impacto en el Turismo Cultural de Ribeira Sacra

Scroll al inicio