El lecho de Procusto

Drusila

Drusila

Se sabe poco de la historia personal de Procusto ya que existen contradicciones.
Aparentemente su nombre real era Damastes, Procusto es un seudónimo, significa algo así como » estirador».
Algunos dicen que fue un bandido, otros un posadero, aunque ambos oficios podían congeniar sin mayor dificultad.
También se le adjudica un origen divino, pero otros cometan que fue un simple mortal.

 

Como sea, la coincidencia es completa al describirlo como un ser de extrema crueldad, y se sabe bien el método usado para satisfacer su sadismo.
Ofrecía amablemente asilo al viajero agotado y solo, brindaba alimento y vino aguado, luego, siempre hospitalario y gentil ofrecía un lecho de hierro para que el hombre descanse.
Una vez sumida la víctima en sueño profundo, Procusto procedía a atarlo de pies y manos al infame catre.

Procusto le hablaba con suavidad, explicaba que era menester que cupiera perfectamente en el lecho, por lo tanto, si el infeliz era alto, procedía a aserrar sus extremidades en el punto que sobresalían, y si por el contrario, era más pequeño que la cama, lo descoyuntaba y estiraba hasta cumplir con la medida que el consideraba apropiada.
Obviamente, el infortunado caminante moría en medio de atroz tortura, sea por alto, sea por bajo.
Nunca un huésped de Procusto cupo perfectamente en el infame lecho, del cual se dice tenía un ingenioso mecanismo para acortarlo o alargarlo a voluntad del posadero.
La leyenda termina con su muerte por suplicio en el mismo lecho a manos de Teseo.

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Ahora bien, aquí varias veces se ha comentado que todo aquello que se debía decir sobre el hombre, los griegos lo han dicho hace tres mil años. Y a pesar de la innegable antigüedad de leyendas y mitologías, en cualquier momento de la historia que se desee tomar esos mitos tienen actualidad, como metáforas,o , algunas, con un realismo estremecedor.

Todo estándar arbitrario, establecido sin perseguir el bien común, en el que se fuerza una realidad hasta límites grotescos para que quepa como sea en el nicho se llama «Lecho de Procusto».
Ya se trate de un tema social, económico, político, personal y hasta científico, da igual, la distorsión con su manipulación dolorosa tiene por resultado sufrimiento y hasta muerte.

Nuestra cultura occidental judeocristiana esta plagada de estiradores o aserradores de ideas, opiniones, descubrimientos o posturas que no encajan en el damero exigido.
En las civilizaciones llamadas orientales también, por supuesto, y en algunos casos bien actuales, dicho procedimiento de descuartizamiento es, trágicamente, literal.

La escuela, desgraciadamente, ha sido en cientos de ocaciones el primer fatídico catre donde debe encajarse forzadamente a un niño, independientemente de sus capacidades o intereses, se lo ha forzado a seguir un programa de educación en donde las preguntas agudas eran aplazos seguros. Primaba la regla en que sea útil a la sociedad, nunca a si mismo.
Más notable es en instituciones religiosas donde los dogmas son incuestionables, por eso son dogmas, y en épocas oscuras, o se encajaba o se moría, así de sencillo.
En algunas regiones de Oriente eso es una realidad actual.

La sociedad funciona como un enorme Lecho de Procusto, presionando, recortando o alargando miembros, donde lo que incomoda es cercenado, la paciencia ante abusos es estirada, siempre el catre infame es, o muy pequeño, o muy grande, siempre una verdad no encaja.

Dicho esto, si hablamos de sociedad podemos extendernos a conceptos de sistemas y masa.
Y la palabra «masa» define perfectamente el material, ideal para modelar, cortar, ensamblar, y estirar hasta lo indecible.
Las voces o verdades que sobresalen son silenciadas, el interés es el del sistema, generalmente económico, aunque no excluyente.
Y es asombroso hasta que punto la cuestión económica trata el trasfondo real de supuestos contenidos éticos, morales, que rigen desde la más alta hipocresía el pensamiento general.

Y la doble faz es tanto más cruel porque se presenta con una fachada atractiva, generosa y gentil, atrayente para quienes, cansados, desean llegar a un ideal.
Ejemplos de estiramientos y cercenamientos abundan tanto que se podría escribir varios volúmenes gruesos al respecto. Créditos, servicios, acceder a un trabajo… Gentes deslumbradas por gurúes de todos los campos posibles, ideales políticos, autoayuda, medicina, la lista sigue.

Y en lo individual, cuantas veces por el afán de ser aceptado, amado, sociabilizado, un individuo se acuesta sin saberlo en el Lecho de Procusto y ve, impotente, como se serrucha su honor, se alarga su tolerancia, se corta su entendimiento, se lleva al limite su paciencia, se lo estira y se lo corta hasta acomodarlo en la conveniencia de otros.
Por supuesto, una vez en el proceso, el individuo difícilmente se recupera.

Ahora, ¿Quién es el Gran Procusto?.
Es tema de largo debate, ya que no existe uno solo, son muchos los gentiles posaderos esperando cobrar víctimas para satisfacer sus intereses cualesquiera sean, porque de lo contrario, seria creer en un solo gran poder global, y, hasta donde se cree saber, en apariencia no es así.
¿No es así?.

Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y Texto)

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