Demasiado ruido. Por Santiago Molina

Lo que llevamos consumido del siglo XXI (ya vamos camino de su quinta parte) lo podemos calificar de un periodo revuelto, que no de revueltas. A la crisis económica hay que sumarle todas las demás y son unas cuantas… crisis de Estado, crisis territorial, crisis política, crisis energética, crisis humanitaria, crisis ecológica, crisis de empleo, crisis de población… y como no podía ser de otro modo, la ultraderecha, en su vertiente más salvapatrias” asoma la patita desde el fondo de la cueva para (como si se tratara de un tutorial de YouTube) aportar soluciones sencillas a problemas complejos

Como ya ha ocurrido en otras épocas, estos salvadores se inventan un relato en el que partiendo de una visión simplificada de la realidad, su dedo acusador señala unos “culpables” que no son (curiosamente) quienes han puesto los recursos económicos del Estado al servicio de una minoría, nos dejan sin trabajo, nos roban la sanidad, la educación y las pensiones y nos quitan las casas. No. El homo erectus de ultraderecha hace del “derecho a la diferencia” una razón para la culpa y condena a determinados colectivos que por razones identitarias (homosexuales, inmigrantes mujeres…) les complica su encuadre en el casillero correspondiente del perímetro de seguridad conservador porque jamás se resumió mejor el ideario ultraderechista que con aquella genialidad de que las manzanas son manzanas y las peras son peras.

Pero también señalan a los pobres en un alarde de neoliberalismo que daría risa sino afectara a personas; la culpa de la pobreza se la imputan a quienes la sufren aunque (manda huevos) si no hubiera sido por el Estado Social y Democrático, por Derechos Fundamentales como la igualdad, la participación en asuntos públicos o el derecho de reunión, manifestación y asociación, muchos de estos “salvapatrias” que se rebelan contra la conquista social del derecho de cada cual a ser lo que quiera, nunca habrían llegado a nada.

Si existiese el Olimpo, Zeus estaría haciendo acopio de rayos para ir quitándonos de en medio en lotes de a cien. Resulta que la bolsa de Brasil ha subido no sé cuántos enteros desde que el candidato de la ultraderecha ha sacado la delantera al “psocialdemócrata” en la primera vuelta. Y parece ser que es por no sé qué fábrica de armas que se ha puesto por las nubes, con lo que “se demuestra lo dicho con algunos ejemplos” (es frase de Patronio, heredero de la mejor tradición oral de aquella España de las Tres Culturas) de que los intereses económicos rigen los destinos de las decisiones políticas.

Y pasa lo mismo aquí que en el social-liberalismo de Brasil, en la Francia Ocupada de la Familia Le Pen que en la Italia Berlusconiana o en el USA de La Trump Organization Ltd..… donde los discursos misóginos, racistas, homófobos y xenófobos reciben una cobertura mediática que termina por normalizarlos.

Y es que al final los medios de comunicación convencionales pertenecen a corporaciones a quienes no les interesa que el cerebro del ciudadano medio desarrolle demasiado el espíritu crítico y ahí entramos de lleno en la zona de peligro. Qué poco ha durado en España la Libertad de Prensa ¿no? Según Reporteros sin Fronteras, en 2017, España, debido principalmente a la crisis entre el Gobierno Central y el Gobierno de Cataluña ha retrocedido hasta el puesto 31 en la clasificación mundial de prensa libre. Si tomamos como punto de arranque de la Libertad de Prensa la Ley de 1977 para la Libertad de Expresión: ¿cuánto podemos decir que nos ha durado el entusiasmo? ¿40 años exactos? ¿40 años? ¿Viniendo de dónde veníamos? ¿Del “Alcázar”, el “¡Arriba!” y “La Hoja del Lunes”?……….. ¿En tan poquísima estima tenemos el derecho a la información como para no pelearlo con uñas y dientes? Claro que, al final, el desarrollo del espíritu crítico nos exige un esfuerzo: el espíritu crítico hay que traerlo preparado de casa; implica leer, analizar, reflexionar, relacionar, escuchar, discriminar, completar, insistir… Demasiada “acción” como para que no triunfe la simpleza de un mensaje (el de ultraderecha) que conecta con la parte más primitiva del cerebro reptil.

Hay una teoría antropológica que pretenden explicar que el “animal humano” es malo por naturaleza (y digo antropológica pero podría decir zoológica, a lo Desmond Morris) que toma como ejemplo el éxito del nazismo y cómo cuando el mal es amparado por el aparato estatal y quedan en evidencia las barbaridades que ‘la gente normal’ es capaz de hacer y de decir cuando se lo toma en serio, llegado es el momento del “sálvese quien pueda”.

Para resolver nuestros problemas de desigualdad, despoblación, desempleo, educación, transportes, sanidad… no necesitamos “salvapatrias”; necesitamos una sociedad más feminista y más autoorganizada con conciencia de clase. Es la única manera de que los cantos de sirena sólo tengan una partitura que destierre los acordes estridentes de la desigualdad, de la insolidaridad, de la falta de respeto y de la ausencia de empatía, imponiéndose en cambio una melodía que nos permita avanzar hacia una sociedad más justa, más comprometida, más autogestionada, más solidaria, más respetuosa y en definitiva, más libre.

A ver si nos invade una ola de cordura, y como en la escena de “Casablanca”, el coro de la libertad se impone a la pachanga ultraderechista y callamos (ahora ya sí para siempre) este ruido estridente.

  • Artículo elaborado por Santiago Molina Jiménez

Santiago Molina Jiménez

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