Memorias compartidas: Reencuentros y nostalgias

Volver al lugar donde uno creció o donde vivieron sus abuelos no es solo una decisión física: es también un viaje emocional. En el noroeste español, muchas personas que partieron por estudios, trabajo o falta de oportunidades están regresando. No siempre de forma definitiva, a veces en visitas puntuales, otras para comenzar una nueva vida. Pero el regreso, sea cual sea su forma, tiene algo de reencuentro con una parte dormida de sí mismos.

Banco en Os Alvaredos (Montefurado, Lugo) con una espectacular vista.

El territorio que espera sin exigir

Las aldeas, las fincas, los caminos que llevan al río o a la viña… todo permanece, aunque el entorno haya cambiado. La memoria se activa con una imagen, un olor, el saludo de un vecino que todavía recuerda el nombre de tus padres. Hay quienes se sorprenden al volver y sentirse más conectados que nunca, aunque lleven décadas fuera. El territorio acoge sin rencor, sin exigencias. Solo abre sus puertas.

Muchos testimonios coinciden: «Volver aquí fue como respirar distinto», «Sentí que algo en mí se cerraba y algo nuevo se abría». La nostalgia no es siempre tristeza: a menudo es impulso para reconstruir vínculos.

Historias que se tejen entre generaciones

El regreso también activa conversaciones intergeneracionales. Nietos que escuchan por primera vez cómo fue la vendimia de los años 60. Hijas que recuperan recetas, canciones, formas de hacer. La vida moderna ha roto muchas de esas cadenas de transmisión oral, pero el retorno permite a veces recomponerlas, aunque sea en fragmentos.

Los reencuentros en fiestas patronales, las sobremesas en casas que huelen a laurel y leña, o los paseos al atardecer por caminos familiares permiten que la historia personal y la historia colectiva se entrelacen.

Volver para construir algo nuevo

Hay quien vuelve por decisión, buscando un estilo de vida más sostenible, menos acelerado. También hay quien regresa tras una jubilación o una pérdida, en busca de refugio. Pero en muchos casos, el regreso implica acción: abrir un pequeño negocio, rehabilitar una casa, participar en la vida del pueblo, involucrarse en asociaciones locales.

Algunos crean proyectos que mezclan lo tradicional y lo contemporáneo: obradores artesanos con venta online, casas rurales con visitas etnográficas, talleres culturales donde se enseñan técnicas antiguas a nuevas generaciones.

Una memoria que se hace presente

La memoria no solo habita en los recuerdos, también se manifiesta en lo que hacemos con ellos. El regreso permite resignificar lugares y momentos, transformar la melancolía en energía. A veces, incluso en proyectos comunitarios: rutas de la memoria, murales colaborativos, recopilaciones de historias orales. Cada testimonio suma a un relato colectivo que merece ser contado.


En estos valles y montañas del noroeste, donde tantas historias salieron en tren o autobús rumbo a la ciudad, ahora otras historias regresan. Y al hacerlo, devuelven al territorio algo que nunca se perdió del todo: el sentido de pertenencia.

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