Lo verde empieza en los Pirineos

  • Por Santiago Molina

Suena antiguo, ¿o no?. A “destape”. Pero es que las propuestas neoliberales son antiguas y sin embargo ahí están, como también están quienes se ven envueltos en alguno de los contrasentidos más desquiciantes que nos ha traído la crisis: se puede ser trabajador y pobre (la mayoría del empleo que se crea en Castilla y León es temporal, precario y está mal retribuido) o cobrar el Salario Mínimo Interprofesional y que éste no alcance para vivir dignamente (no lo digo yo; lo dice cualquiera que lo sufra y lo dice la Comisión Europea) ser uno de los más de 105.000 desempleados de Castilla y León (más de la mitad) que no cobran ningún tipo de prestación ni subsidio… Que lo justifiquen como quieran: con finiquitos diferidos, postgraduate programs de Harvard made in Aravaca en cuatro días literales, liándola parda en Cataluña o jugando a los “progres” habiendo bebido en las fuentes de las Juventudes Monárquicas, pero las reformas han sido un fracaso rotundo y el Consejo Económico y Social de Castilla y León (que es el órgano que tiene un conocimiento más profundo del entramado laboral de nuestra Comunidad) se ha manifestado acerca de la necesidad de revisar la Reforma Laboral de 2012.

 

Y es que en Castilla y León, el sector primario continúa su bajada a los infiernos; la industria atraviesa la senda de la desaparición; la construcción sigue pagando los peajes de la burbuja inmobiliaria y el sector servicios en general se destaca por su nivel de precariedad laboral y sus malos salarios. A la vista de que la mano invisible de Adam Smith (que de tan invisible ni está ni se la espera) y de que “el mercado libre” no está acreditando esa presunta virtud autorreguladora que tanto gusta a los neocon (aunque tranquilo; si te lo montas bien y eres lo suficientemente grande no te dejarán caer) no queda más remedio que entregar las riendas de este potro desbocao (pena, penita, pena) a la Junta de Castilla y León para darle al menos la oportunidad de que comience a liderar (liderar de verdad) la creación de empleo estable (del que hace personas libres) mediante la puesta en marcha de políticas activas que actúen como instrumentos capaces de transformar el modelo productivo apostando por sectores de alto valor añadido que generen más riqueza —económica, social y ecológica— y empleo de calidad.

En línea con este cambio de modelo, el cumplimiento de los Acuerdos Internacionales de lucha contra el cambio climático exige como único camino para lograr el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 1,5 grados centígrados, que España “descarbonice” su economía para 2050, que tanto la Junta como los emprendedores tienen que interiorizar como la oportunidad genuina de lanzar un gran “Plan de Empleo Verde” en nuestra Comunidad.

Los puestos de trabajo creados en este proceso deben ser verdes pero también decentes (aunque el título de la película que este artículo toma prestado insinuara precisamente la irreconciabilidad de estos términos, reconciliarlos sí que es evolucionar) adoptando la forma de empleos productivos, con una remuneración y una protección social adecuadas, respetuosos con los derechos de los trabajadores y permitiéndoles participar en la toma de decisiones.

Lo que se conoce como “empleo verde” en España no llega al 3% del empleo total y siendo la gestión de residuos uno de los sectores más evidentemente capaces de generarlo, susceptible de que se le apliquen en profundidad “políticas activas de empleo”, la única alusión al mismo que encontramos en el “Plan de Empleo: II Estrategia Integrada de Empleo, Formación Profesional, Prevención de Riesgos Laborales e Igualdad y Conciliación en el Empleo 2016-2020” de la Junta de Castilla y León, es a través de lo que llaman “programas de apoyo al empleo a través de las entidades locales y la contratación de desempleados para el aprovechamiento de la biomasa forestal fomentando el empleo verde”.

Pero el empleo verde, es mucho más profundo que una excusa para que la Administración Local justifique su inacción “reservando” determinados puestos de trabajo a desempleados en una proporción en absoluto significativa respecto de las cifras globales de desempleo. Esto es un problema que nos afecta a todos, y a los que están en activo, también.

Siendo los empleos verdes aquellos que reducen el impacto ambiental de cualquier sector económico hasta alcanzar niveles sostenibles, ayudan a reducir el consumo de energía, materias primas y agua mediante la eficiencia, contribuyen a la descarbonización de la economía y a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, a minimizar o evitar por completo todas las formas de contaminación y a proteger y restablecer los ecosistemas y la biodiversidad, quedaría aquí englobada cualquier actividad profesional que contribuya a proteger el medio ambiente y a combatir el cambio climático ahorrando energía y materias primas, fomentando las energías renovables, reduciendo los desechos y la polución o protegiendo nuestros espacios naturales abriéndose por lo tanto unas perspectivas de generación de empleo positivas para sectores como las energías renovables, el transporte y la edificación sostenible, la producción de biocarburantes, la agricultura y ganadería ecológicas que, teniendo en cuenta las peculiaridades geográficas y poblacionales de nuestra Comunidad, pueden sin duda jugar un papel fundamental en la apuesta de futuro en pro de su desarrollo económico.

La Organización Internacional del Trabajo en su informe “Empleos Verdes para un desarrollo sostenible”, estima que con las políticas y las medidas adecuadas se podrían crear hasta dos millones de empleos verdes en España y esto sin contar con que conseguir que la economía sea sostenible desde el punto de vista medioambiental ya no es una opción, sino una necesidad.

El empleo verde, asumido como una apuesta, sólo puede ser consecuencia natural de la “economía verde” tal y como señala la Comisión Europea cuando dice que: “desde las Administraciones competentes hay que favorecer políticas anticíclicas y apostar decididamente por la incentivación de la economía, la creación de empleo, con especial atención a la juventud y parados de larga duración” con lo que el potencial económico de la economía verde, tendría además la capacidad de promover un cambio social. En consonancia con esto, al emprendimiento bajo la forma de cualquier modalidad de Economía Social, hay que reconocerle un papel fundamental que habrá de verse reforzada mediante una mayor concienciación de la población local así como por la coordinación entre las Administraciones y de éstas con las Organizaciones Representativas de la Economía Social.

La Economía Social por los valores que integran su estructura filosófica puede (y debe) liderar la promoción y el desarrollo del empleo con un amplio abanico de posibilidades para el desarrollo del ecoturismo, el turismo responsable y sostenible, la gestión de espacios naturales, los servicios públicos de información turística, la explotación de montes, la producción ecológica y el consumo responsable, y en esta línea, se abren grandes oportunidades en diversos sectores económicos:

Sector Agrícola y Ganadero: La estrecha relación entre desarrollo sostenible, sector agrario y entorno rural es innegable. La agricultura y la ganadería son una parte esencial de la Economía de nuestra Comunidad, siendo la pérdida de población rural y el abandono de las actividades agrícolas y ganaderas los principales problemas estructurales que afectan al medio rural.

Pero es que más allá de su vertiente económico-productiva, algunos tipos de agricultura contribuyen a preservar el patrimonio ecológico del entorno rural. La ganadería extensiva ha creado paisajes que se caracterizan por su alta biodiversidad y la generación de bienes y servicios ambientales relacionados con la optimización de la utilización de los recursos, la lucha contra la degradación del suelo y la desertificación o contra el cambio climático. El 20% del territorio español corresponde a praderas y pastizales (hábitat prioritarios para la Red Natura 2000) de las que Castilla y León cuenta con casi 2 millones de hectáreas, que dependen de la ganadería extensiva y de la trashumancia para su conservación.

No obstante, la producción ecológica en Castilla y León es menor que en el resto de España. En 2014 se cultivaron 30.621 hectáreas bajo los criterios de la agricultura ecológica, se registraron 17.785 cabezas de ganado que se gestionaron en 56 explotaciones ganaderas; y se contabilizaron 669 operadores productores así como 181 operadores industriales.

El transporte sostenible es uno de los pilares básicos de una economía verde, entre otras cosa porque este sector es uno de los principales contribuyentes al cómputo total de emisiones de gases de efecto invernadero.

Las oportunidades para la creación de empleos verdes se encuentran en el fomento de transporte público de calidad, planes de movilidad sostenible y mejora en la eficiencia de vehículos que, lógicamente, va mucho más allá de maquillar a los autobuses de verde y blanco con la intención de remarcar metafóricamente su carácter más ecológico.

Los empleos en el sector de energías renovables muestran, en general, mejores indicadores que los correspondientes al resto del sector energético o al promedio para toda la Economía. Existen datos de Alemania y España que acreditan que los empleos en renovables son predominantemente permanentes (83,7% de contratos indefinidos) y a tiempo completo, siendo el salario medio anual de las empresas analizadas superior en un 52% a la media nacional y un 37% mayor que el salario medio de la industria, lo que es plenamente coherente con la mayor cualificación de los trabajadores del sector, su mayor productividad, su esfuerzo en I+D+i y, en el caso de España, nuestra propensión exportadora.

El empleo en el sector de la gestión y el reciclaje de residuos seguirá creciendo a medida que aumenten las tasas de reciclaje. Sucesivos informes de la Comisión Europea avalan que el reciclaje genera hasta diez veces más empleos y con mejor salario que su vertido o incineración. Tanto en la pre-recogida, recogida y transporte como en su tratamiento, recuperación y eliminación, y teniendo en cuenta los objetivos marcados en la normativa comunitaria y nacional para el horizonte 2020 combinada con la situación actual, podemos asegurar que éste es un sector en expansión y susceptible de generar nuevo empleo. Según fuentes del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, el 27 % del “empleo verde” en nuestro país corresponde al sector de la gestión de residuos.

Las sociedades más avanzadas han venido desarrollando legislación y tecnología para aplicar, de manera creciente la jerarquía de las tres “R”: reducir, reciclar y reutilizar. La “economía circular” como plan de empleo es una oportunidad para nuestra Comunidad ya que según un estudio del Parlamento Europeo, por cada 10.000 toneladas de residuos, la economía circular crea 300 empleos mientras que la incineración crea sólo uno.

En el sector de la construcción la inversión en la reforma de edificios puede tener efectos inmediatos y considerables en la creación de empleo a través de un mejor aislamiento, la utilización de energías renovables o la instalación de equipamientos más eficientes.

El enfoque de la economía verde baja en carbono con utilización de nuevas tecnologías, basada en la sociedad del conocimiento y la innovación, determinará una mayor eficiencia en el uso de los recursos y una mejor calidad ambiental que también será generadora de empleo.

El Programa Marco Europeo de apoyo a la I+D, Horizonte 2020 marca señales relevantes en este campo: al menos el 60% de su presupuesto debe estar relacionado con la economía verde y al menos el 35% con temas relacionados con la “acción por el clima”. Un Plan de empleo verde es una fuente real de oportunidades de desarrollo para las personas en el ámbito rural, de creación de riqueza para las empresas y emprendedores y de nuevas posibilidades para construir una sociedad más justa y equitativa.

No obstante la creación de ”empleos verdes” así como su mantenimiento a largo plazo necesita de un marco político estable y adecuado que proporcione nuevas herramientas y aproximaciones a la política ambiental fomentando la “transición verde” y en este contexto, la política regional será fundamental para dar el paso evolutivo hacia una auténtica economía verde, eficiente en recursos y baja en carbono que los países y regiones a la vanguardia de la política ambiental (Holanda, Alemania o California) han aceptado al asumir los retos lanzados por la Conferencia de las naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río +20.

Pero esta “evolución” no será posible sin una “adaptación”. Para la consecución de estos objetivos se hace necesario que nos adaptemos al Cambio Climático desde una perspectiva tanto organizativa (la ciudad) como sectorial (actividades) con especial atención a aquellos sectores que más dependen del clima (agricultura o turismo) abordando también la compleja (y esencial) cuestión del agua.

En este sentido, “resiliencia” será el concepto clave de los próximos años. Se incluyen aquí las actuaciones que se deben acometer en nuestras ciudades, empresas y ecosistemas para que la situación no derive hacia el desastre en poco tiempo.

Así, deberemos empezar a trabajar en nuestros bosques (desarrollando actuaciones que favorezcan masas más adaptadas al cambio climático) en la agricultura (seleccionando las variedades que se vayan a explotar, optimizando y en su caso reduciendo los regadíos) en energías renovables (fomentando el autoconsumo y la autoproducción) creando infraestructuras verdes, restaurando ecosistemas que son absolutamente imprescindibles… Llevar a cabo estas actuaciones puede generar empleo al mismo tiempo que dicho empleo construya sostenibilidad y resiliencia, evitando el destino posterior y forzoso de recursos para hacer frente a las catástrofes.

Estamos asistiendo a un fin de ciclo. La era que venía asentando su desarrollo sobre la emisión de carbono y que diseñó un modelo productivo ineficiente y contaminante incapaz de generar empleo estable y de calidad, se encuentra herida de muerte y está surgiendo una nueva etapa de optimización de la energía y de producción sostenible. Si queremos dejarles un mundo habitable a nuestros hijos y nietos, los desafíos de la pobreza generalizada y la destrucción del medio ambiente se deben abordar ahora con (entre otras medidas) la puesta en marcha un plan de transición energética basado en la eficiencia y en las energías renovables, encaminado a reducir drásticamente la dependencia de España de las energías fósiles, así como a la descarbonización de la economía en cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París.

Una de las principales metas del Gobierno de Castilla y León debiera ser legar a las generaciones venideras un territorio más grato, más sostenible y con mayor potencial de desarrollo, articulado en torno a una sociedad próspera, moderna y avanzada. No podemos desaprovechar la oportunidad de implementar propuestas en torno a un “empleo verde” en plena plataforma de despegue que proteja y respete nuestros recursos naturales, y en el que Castilla y León tiene la oportunidad (como no ha tenido nunca ninguna otra) de ser pionera.

  • Artículo elaborado por Santiago Molina Jiménez

Santiago Molina Jiménez

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