Albert Hofmann. Vida y legado de un químico humanista. Parte II

“Qué tal si en vez de hablar tanto sobre la guerra contra las drogas habláramos un poco sobre las drogas que podrían acabar con las guerras” (Albert Hofmann)

A continuación ofrecemos a ustedes esa otra parte de nuestra conversación con J.C. Ruiz Franco… La hemos publicado en dos partes dado el trabajo y al mismo tiempo lo interesante que a través de sus trecientas cincuenta y siete páginas ofrece su autor

 

– ¿Qué papel tuvieron los Servicios de Inteligencia en la vida y la obra de Albert Hofmann?

Más que en Hofmann, la CIA ejerció cierta influencia en la difusión de la LSD. Hasta comienzos de los cincuenta, la LSD había salido de los laboratorios y de las clínicas en muy pequeña medida, y se había limitado prácticamente al boca a boca. Ya en los cincuenta, en lo que se refiere a la información para el gran público, podemos citar el famoso reportaje sobre Cary Grant y la curación de sus problemas mentales y su alcoholismo gracias a la LSD. Pero esto fue ya a punto de terminar la década, y el ciudadano de a pie poco más sabía de esa sustancia que estaba restringida a esos entornos. La CIA contribuyó a que saliera de ellos, en su deseo de aplicarla al interrogatorio de espías. Dado que deseaba recopilar toda la información posible, pedía voluntarios para administrarles LSD en una habitación vigilada desde el exterior, a fin de tomar nota de todas sus reacciones. Y dio la casualidad de que el poeta Allen Ginsberg fuera uno de esos voluntarios, y que después de la experiencia escribiera el poema “LSD”.

– Aparte de la CIA, ¿hubo en los años cincuenta alguna persona clave en la difusión de la LSD?

Y dio también la casualidad de que un curioso sujeto supuestamente relacionado con la CIA y el ejército –aunque es algo no bien demostrado–, llamado Al Hubbard, diez años antes de que Leary iniciara su autoproclamado apostolado y gracias a su gran fortuna, ganada por métodos poco ortodoxos, comprara a Sandoz buenas cantidades de LSD, que él repartía gratuitamente a quien quisiera probarla, e incluso incitaba a los psicoterapeutas a para que la incorporasen en su práctica clínica. Como ya he dicho, se sabía poco de él, pero el hecho de que le permitieran hacer todo lo que hizo, incluyendo bastantes actos de dudosa legalidad, se debió seguramente a que colaboraba con la CIA y/o el ejército proporcionándoles información sobre las experiencias de quienes aceptaban su LSD, o bien a alguna otra influencia desconocida. Ese es, por tanto, otro camino a través del cual la CIA influyó en la difusión de la LSD.

– ¿Y qué podemos destacar de todo esto?

Lo relevante para nosotros es que diez años antes de Leary hubo otro apóstol. La diferencia es que Leary predicó cuando ya había una juventud con conciencia sociocultural y con deseos de cambiar ciertas cosas.

– Una persona como tú, ¿por qué se mete en un mundillo como éste? ¿Qué le atrae?

En primer lugar, mi trayectoria personal me ha llevado al estudio de las drogas en general, confluyendo desde varios caminos. Aunque pueda parecer increíble en un estudioso de toda la vida, de jovencito estuve muy vinculado al mundillo de los gimnasios, el fitness, las pesas y el culturismo. Dada mi personalidad, leía todo lo que caía en mis manos y encargaba por correo a Estados Unidos los libros necesarios para obtener la información que aquí sólo se tenía de oídas, ya que a finales de los ochenta y comienzos de los noventa, aparte de no existir Internet, las únicas fuentes de información eran las tres revistas que se vendían en los quioscos, que siempre decían lo mismo.

– Por lo dicho hasta ahora, ¿quisiste experimentar…?

Además de obtener todos los títulos de entrenador (personal, regional, nacional; en las distintas asociaciones que existían en aquel momento), practicaba con cierta intensidad, y en el momento en que sentí que mi cuerpo estaba preparado quise experimentar en mí mismo –para aumentar el rendimiento físico y la musculatura– los efectos tanto de las sustancias más suaves (por ejemplo los aminoácidos y la creatina) como de las más potentes, los anabólicos, dentro de los cuales hay diferentes tipos, también de potencia diversa: los esteroides anabolizantes clásicos (la testosterona y sus derivados, como la nandrolona, el estanozolol, la metenolona, etc), los agonistas beta-adrenérgicos con propiedades anabólicas (como el famoso clenbuterol), la insulina, la hormona del crecimiento, etc. Dentro de este último grupo sólo probé los esteroides y el clenbuterol, que me bastaron para tener una idea de cómo responde el cuerpo ante la manipulación química, por supuesto siguiendo las pautas adecuadas y tomando los productos indicados para reducir casi a cero la probabilidad de efectos secundarios (porque para eso sirve la información). Las demás las consideré demasiado fuertes como para arriesgarme, debido a sus numerosos efectos secundarios; además, yo no tenía ningún objetivo relacionado con la competición, así que simplemente no merecían la pena. Gracias a que por aquel entonces en las farmacias vendían estos productos sin poner ningún problema, eran baratos y fiables.

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– ¿Pero no te habías interesado ya por otro tipo de sustancias?

Sí, antes de esta etapa ya me había interesado por lo que luego llamé “drogas inteligentes”, traduciendo la expresión inglesa smart drugs, debido a mi interés en aumentar el rendimiento intelectual y poder concentrarme, aprender y asimilar más aún de lo que ya me permitía mi C.I. de casi 150, lo que me convertía en un superdotado, pero sin llegar a la genialidad, muy a mi pesar. Y aproximadamente entre 1988 y 1989, cuando todavía no existía Internet, y por otra parte el acceso a la información sobre medicamentos para legos era muy limitada, creo que fue la revista Tiempo la que anunció a bombo y platillo la publicación del libreto (porque no podía llamarse “libro”) 300 medicamentos para superarse física, sexual e intelectualmente. Ese libro era la única fuente de información de que disponía, porque los vademeca estaban reservados a los médicos, y no había manera de conseguir uno; y con el librito en mano fui experimentando con lo que existía en las farmacias españolas, en parte movido por un interés verdaderamente científico, por curiosidad investigadora, y en parte para aprovecharme personalmente de ello, en un momento en que todavía existía el famoso Katovit y en el que en las farmacias también vendían estos productos sin preguntar nada.

– Pero aun así, e insistiendo en la pregunta, ¿no hubo en tu vida otra u otras actividades que te impulsaran a ocuparte de un tipo u otro de drogas?

Otra actividad que me indujo al estudio de las drogas inteligentes fue el hecho de haberme introducido a los catorce años en el mundillo del ajedrez, en el que no llegué a ser maestro, pero sí que tuve un buen nivel, estuve federado y jugué torneos durante los años en que mis otras ocupaciones me dejaron suficiente tiempo libre. Y fue precisamente gracias a un tema relacionado con este juego-deporte por lo que comencé a escribir. Dio la casualidad de que en octubre de 1999, puesto que la federación internacional de ajedrez quiso que su actividad se reconociera como olímpica y que con ello se integrara en ese tipo de competiciones, el Comité Olímpico Internacional impuso como condición lo mismo que hacen todos los deportes: que sus practicantes se sometan a controles antidopaje por sorpresa. Es fácil imaginar cómo sentó aquello en un ámbito como el del ajedrez, cuyos practicantes suelen ser personas peculiares, algunos bastante susceptibles, generalmente con el ego un poco inflado –por decirlo de alguna manera–, y que normalmente piensan que sus maravillosas partidas son fruto de su gran arte y su elevado intelecto, no de ciertos procesos neuronales en los que influyen el nivel y el funcionamiento de unas sustancias llamadas neurotransmisores. Dada mi calidad de experto en drogas para el rendimiento, tanto físico como intelectual, diversos medios (revistas y portales de Internet) empezaron a encargarme que escribiera artículos para explicar en qué consistía el control antidopaje, qué cosas de las que ellos tomaban podían dar positivo (recuerdo la especial preocupación por el café, ya que por encima de cierto nivel de cafeína en sangre se consideraba positivo) y si era posible la existencia del dopaje ajedrecístico.

-¿Y gracias a esos artículos nació el libro Drogas Inteligentes, y además una página en internet?

Ese fue mi bautizo como articulista, a finales de 1999; pero, a pesar de todas las explicaciones, pruebas y argumentos que les di, la mayoría de los ajedrecistas siguió pensando que su actividad no tenía nada que ver ni con la química, ni con la neuroquímica, ni con nada parecido, sino que lo suyo es una especie de arte intelectual, sin ninguna relación con el cerebro como entidad física; y que cualquiera puede llegar a lo más alto si estudia, practica y se esfuerza. Así que decidí apartarme de ellos, fui ampliando el alcance de lo que escribía hasta abarcar todo tipo de sustancias nootrópicas, inauguré el portal “Drogas Inteligentes” (http://www.drogasinteligentes.com) y decidí escribir un libro que recopilara todas las sustancias para el rendimiento intelectual, centrándome en las que podían conseguirse en España (a comienzos de siglo todavía no había muchas cybershops de smart drugs, y los españoles aún éramos muy reticentes a pagar con tarjeta a una empresa ubicada en algún lejano país). Después de varios intentos fracasados con algunas editoriales (la típica frustración de quien quiere publicar su primer libro), tuve la suerte de que un conocido colaboraba como corrector para una editorial, y gracias a su recomendación leyeron mi original (eso de que las editoriales tienen lectores profesionales que se dedican a leer los manuscritos que les envían, en busca de un nuevo autor best-seller no es más que un mito urbano), les gustó y lo publicaron en el año 2004.

¿Y cuáles fueron los siguientes pasos?

Pasaron varios años en los que mi carta de presentación me abrió algunas puertas; seguí escribiendo artículos, a veces que me pedía alguna revista y otras por puro placer; la misma editorial comenzó a encargarme traducir libros para publicarlos en español; pero también, dado que mi temática tocaba de refilón a las drogas psicoactivas, que yo había leído a Escohotado muchos años antes, y que el tema de la restricción y prohibición de sustancias también me afectaba, me fui aproximando al fenómeno de las drogas en general: ya no a las drogas para el rendimiento físico o a las drogas para el rendimiento intelectual, sino a las que me faltaban por estudiar y experimentar –las sustancias psicoactivas– con lo que ya habría abarcado todas las clases existentes.

– ¿Cómo es que tanto en tu libro como en tus artículos hablas de las drogas en general como un objeto de conocimiento? Es algo que puede chocar…

Debo decir que el fenómeno de las drogas en general es un objeto de conocimiento legítimo por distintos motivos, y puesto que forma parte del saber histórico del ser humano, me parece indispensable para cualquier estudioso que se precie de serlo. Todos tomamos drogas –analgésicos para el dolor, antibióticos para las infecciones, cafeína para despertarnos, la nicotina que hay en el tabaco, el alcohol de la cerveza, el vino y los licores, la cocaína, ketamina o MDMA de quienes van a bailar a una rave, etc.– porque droga es cualquier sustancia que, en lugar de integrarse en nuestro organismo –lo que sucede con los alimentos–, produce en él cierta modificación física o mental, o ambas, y la excretamos inalterada o en forma de algún metabolito suyo. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española aún recoge esta acepción de “droga” como sinónimo de “fármaco”, que es la que ha existido siempre –y en otros idiomas todavía es más evidente, por ejemplo en el inglés, donde “drug” no tiene ese matiz peyorativo que sí tiene en español– y que aún perdura, a pesar de que los gobernantes y los medios de comunicación a su servicio lleven décadas hablando de “la droga” (en general, sin especificar una u otra sustancia) como si fuera algo diabólico.

– Pero entonces, ¿cómo es que la mayoría de la gente piensa en algo negativo cuando oye la palabra “droga?

El problema es que el intento de manipulación que he mencionado ha surtido efecto, y actualmente la mayoría de la población española identifica esa palabra con algo malo en sí mismo. Han conseguido hacer creer que por un lado están los medicamentos, los fármacos, que son sustancias beneficiosas porque las recetan los médicos; y por otro está las drogas, que son necesariamente perjudiciales porque están prohibidas. Es decir, se está dando a entender que el hecho de que los gobernantes hayan decidido prohibir ciertas sustancias conlleva automáticamente que son perjudiciales; cuando en realidad son los farmacólogos los que describen las propiedades de las drogas, informan de sus posibles beneficios si se utilizan adecuadamente y de sus posibles daños si se utilizan inadecuadamente, y a partir de ese estudio científico es cuando se deciden las aplicaciones de una sustancia, y sólo entonces se puede afirmar si hay que tener cuidado con ella si es especialmente difícil de manejar. Ese sería el enfoque correcto, pero es el que el legislador, siempre deseoso de ejercer control social, se salta a la torera y se lo pasa por el forro asegurando que lo hace pensando en el bien común.

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– Lo que estamos diciendo ya lo ha explicado Antonio Escohotado en un magnífico libro…

Cierto, no voy a extenderme sobre un tema que trata impecablemente Escohotado en su Historia general de las drogas, un libro imprescindible para quien desee conocerlo de verdad y sin prejuicios. Sin haberlo leído, lo que cualquier ciudadano de a pie pueda decir sobre la supuesta maldad de “la droga” no es más que información manipulada, falsa y sin ningún fundamento científico, que ha interiorizado inconscientemente debido a la machacona información de los medios, siempre deseosos de vender titulares sensacionalistas y de meter miedo. Me limito a decir que las drogas son algo mucho más amplio que lo que intentan hacernos creer, que son consustanciales al ser humano, y que en mi caso personal he llegado a ellas por mi propia evolución intelectual. (Y para conocer mi propia postura en toda su extensión, me permito recomendar una atenta y reflexiva lectura del artículo de esta página: http://www.vice.com/es/read/drogas-si-gracias-420).

– ¿Qué muestran, entonces, los medios?

Los medios muestran a la población sólo la marginalidad asociada a un sector de consumidores que mayoritariamente ya procedían de ambientes socioculturales de nivel bajo, y en los que las drogas es sólo un componente más de su vida, no la causa de sus problemas. A los medios no les interesa mostrar al público general que la mayoría de los consumidores de una u otra sustancia no sufre problemas, que la adicción desenfrenada es la excepción y no la norma, y que precisamente la información veraz y objetiva, junto a la normalización de todas las drogas, es lo que puede evitar que nuestros jóvenes identifiquen tal o cual compuesto con su deseo de desmarcarse del mundo de los mayores y con su espíritu rebelde. Por no hablar del hecho de que acabar con la prohibición conllevaría acabar con el mercado negro y su inevitable adulteración, que hace que un consumidor nunca sepa lo que ha comprado hasta que lo prueba y se lleva la consecuente sorpresa, positiva o negativa.

– ¿Puedes ilustrar lo que estás afirmando, poner ejemplos…?

Por ejemplo, Albert Hofmann, el protagonista del libro que acabo de publicar, fue el descubridor de la LSD; logró también descubrir y sintetizar la psilocibina, la sustancia psicoactiva presente en la mayoría de las setas psiquedélicas que se suelen consumir; y descubrió también que varios grupos de indios centroamericanos consumen desde hace muchos siglos unas semillas que contienen de forma natural LSA, pariente cercano de la LSD, y que los ritos iniciáticos de Eleusis –los más importantes, que perduraron más de mil años y cuya existencia incluyó la serie de siglos más lúcidos de la historia, los que van desde el surgimiento de la filosofía, la ciencia y el pensamiento racional en Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, hasta lo que podemos considerar inicio de la decadencia de Roma, en el siglo II-III después de Cristo– tenían como ceremonia final una reunión de miles de iniciados en la que los sacerdotes les proporcionaban una bebida elaborada con una variedad de ergot –y por tanto con la droga LSA en su interior– y juntos compartían un viaje psíquico que les permitía “ver” la esencia del universo y de ellos mismos.

– Y continuando con Hofmann y tu libro….

Hofmann investigó todo lo que he mencionado, además de conseguir fármacos más convencionales, muy útiles para diversas indicaciones y que han mejorado el nivel de vida de millones de personas. Y de eso trata el libro que me acaba de publicar la prestigiosa editorial La Liebre de Marzo, pionera en la edición de libros de este tipo. El libro es un maravilloso viaje por innumerables conocimientos importantísimos para el ser humano, vinculados a las drogas con las que trabajó Hofmann. Después de varios años de investigación, documentación, estudio y reflexión, ésta es la obra que ofrezco al público en general, no sólo a los drogófilos convencidos. (En la dirección http://www.alberthofmann.es puede leerse bastante material sobre el libro y sobre Hofmann).

– Por todo lo dicho, ¿tu libro pretende hacer justicia a Hofmann, de algún modo?

–Aunque suene triste, y dicho por mí tal vez parezca no ser imparcial–, la realidad es que los grandes medios no harán demasiado caso a lo que es el único homenaje en nuestro idioma a uno de los grandes genios de la historia, fallecido hace menos de siete años y, sin duda, el mejor químico-farmacólogo del siglo XX, junto a Sasha Shulgin. Cierto, los diarios se hicieron eco de su fallecimiento, pero ningún medio español se ha molestado en hacerle algún pequeño homenaje en forma de programa que explique sus descubrimientos. Y no lo hacen principalmente porque no interesa que la gente sepa que el descubridor de una droga prohibida, considerada muy peligrosa, fue un sabio investigador. Del mismo modo, tampoco conviene que se sepa que un profesor de filosofía, escritor y traductor, que por encima de todo se considera filósofo por su actitud ante la vida y el mundo, ha escrito un detallado libro sobre él, sobre sus drogas, sus peripecias y sus investigaciones.

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– Entonces, esto tiene relación con lo que antes decías de la idea que la gente tiene sobre las drogas.

Efectivamente. ¿Qué va a pensar el honrado ciudadano que toma café, aspirinas, alguna cervecilla y tal vez tranquilizantes o antidepresivos, pero que cree que las drogas son propias de marginales, si conoce de verdad a las personas que estudian las drogas, tanto en la teoría como en la práctica? ¿Qué pensaría si descubriese que lo que se considera un mundo marginal no es más que una serie de mentiras que esconden que en realidad existe un enorme cúmulo de conocimientos, tan dignos como cualquier otra materia, y que sobre él escriben intelectuales y eruditos, personas respetables, con formación superior, sin relación alguna con el mundo marginal que le muestra la televisión? De nuevo, la respuesta puede encontrarse en la magnífica obra de Escohotado, pero otra vez permítanme insistir en que pueden descubrirlo de manera más sencilla mediante la atenta lectura del polémico artículo de un servidor: http://www.vice.com/es/read/drogas-si-gracias-420

– Sobre la mesa nos encontramos con esta biografía en castellano, pero ahora estás estudiando a otro genio, Sasha Shulgin…

Sasha Shulgin es el otro genio que estoy investigando, de quien ya he escrito una breve biografía que puede leerse y descargarse en http://www.letras-psicoactivas.es/shulgin_biografia.htm. De momento, con la ayuda de un nutrido equipo de traductores, especialistas en diversas disciplinas, estamos traduciendo sus dos grandes obras, PIHKAL y TIHKAL, una tarea ingente que nos está costando mucho tiempo y trabajo, y que hacemos de forma completamente desinteresada, en vistas a incrementar el conocimiento en esta materia que tanto amamos. (La labor puede seguirse en Internet en el portal http://www.shulgin.es, y en Facebook en http://www.facebook.com/librosdeshulgin).

– ¿Qué puedes decir sobre Shulgin, en pocas palabras?

Falleció hace menos de un año, y a pesar de todo lo que hizo por la humanidad, su familia pudo pagar las facturas médicas que conllevó su enfermedad gracias a las donaciones de sus seguidores y simpatizantes de todo el mundo, situación que sólo puede calificarse de lamentable. Shulgin llevó el amor a las drogas a su máxima expresión, ya que se dedicaba a sintetizarlas haciendo pequeñas modificaciones a moléculas ya existentes; y para probar sus cualidades, de momento desconocidas, siempre las ingería él mismo, con el evidente riesgo para su salud, sobre todo en el caso de las que son activas a dosis menores al miligramo. Él estaba convencido de que ese continuo aporte de sustancias era su deber hacia los demás, puesto que tarde o temprano se investigarán y se descubrirán sus aplicaciones. De esta forma dio con casi 200 drogas distintas, y en los dos libros que estamos traduciendo incluye 234 porque algunas ya existían antes de que él las estudiara.

– Entonces, ¿estás trabajando en una biografía mucho más extensa?

Además de estar traduciendo las dos obras principales de Shulgin, mi objetivo es incluir una biografía suya más extensa de la que se puede leer en el enlace que he ofrecido. O bien dejar esta tarea para más adelante, cuando disponga de más tiempo libre, publicarla en forma de libro independiente, y con ello dedicarle los esfuerzos que merece. Cuando lo haya hecho, habré rendido el homenaje que se merecen los dos investigadores químicos más importantes de la historia, y personalmente creo que daré por terminada esta etapa de mi evolución intelectual, ya que poco más queda por aportar a este ámbito existiendo el libro de Escohotado, que sólo él mismo podría actualizar y superar. La otra opción sería que, en el futuro, un autor tan brillante como él, y con la misma erudición y tenacidad, escribiese otro libro que lo incluyese y lo superase.

¿Lo intentarías tú?

Además de las diferencias en talento y conocimientos que pueda haber, reconozco no ser tan sistemático y paciente como para redactar una obra de esa envergadura y calidad. Lo que haré, después de finalizar el merecido homenaje a Shulgin, será dedicarme a escribir sobre la materia con la que comencé mi propia evolución intelectual, la filosofía. Y, como es habitual en mí, intentaré compaginar el rigor con la claridad, la documentación con el deseo de ser entendido, para que sea accesible a cualquier lector con una cultura media, sin necesidad de ser especialista.

Para más información:

Está conversación no hubiera sido posible si no hubiéramos contado con la colaboración de J.C. Ruiz Franco. Tuvo un momento para dejar otras ocupaciones y poder contestar estas preguntas. Un volumen que cuenta con un prólogo de Jonathan Ott. Y ha sido publicado por la editorial Liebre de Marzo. Gracias.

http://www.liebremarzo.com/catalogo/albert-hofmann

http://www.alberthofmann.es

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