El triángulo azul en el Bergidum
El triángulo azul: una extraordinaria revista musical grotesca sobre un episodio poco conocido de nuestra historia
La historia de los españoles que lograron poner a salvo fotografías determinantes para incriminar en Nuremberg a varios responsables del campo de exterminio de Mauthausen cautivó a Mariano Llorente y Laila Ripoll, dos nombres históricos del teatro español. El resultado de ese interés es El triángulo azul, un extraordinario cabaret grotesco sobre este episodio tan poco conocido de nuestra historia. La pieza, coproducida por el Centro Dramático Nacional y candidata al Mejor Espectáculo, Mejor Autor y Mejor Diseño de Espacio Escénico en los próximos Premios Max, llega el Bergidum el próximo viernes, 17 de abril (21 horas). Es la primera propuesta del 2015 incluída en el programa Platea del Ministerio de Cultura.
Los españoles fueron los primeros en entrar en Mauthausen y los últimos en salir. Ningún gobierno se preocupó de si estaban vivos o muertos y tuvieron que lucir el distintivo azul de apátrida. Gracias a ellos se pudieron sacar del campo las fotos que sirvieron como pruebas en los juicios posteriores. Siete mil españoles pasaron por Mauthausen. Los que sobrevivieron no llegaron a dos mil…
A partir de este episodio histórico, El triángulo azul ofrece una intriga angustiosa y un musical grotesco en el recuerdo de un suboficial nazi, jefe del laboratorio de identificación fotográfica, que mira atrás para intentar explicar a sus hijos lo inexplicable: el exterminio organizado de millones de seres humanos más terrible que haya existido jamás.
Sus recuerdos se posan en la arriesgada peripecia de aquellos españoles que sacaron las fotografías del campo y en el carácter singular de aquel grupo nacional capaz de pedir permiso, en aquel infierno, para hacer una revista musical: veremos el crematorio, la chimenea, la escalera de 186 peldaños, la alambrada electrificada, a través de un chotis, de un número de zarzuela, de un pasodoble, de una habanera. Y veremos la violencia implacable de los caprichos de Goya y el sueño de la muerte de Quevedo en una estremecedora simbiosis con la violencia y la muerte del campo de concentración y de exterminio, donde aquellos españoles dieron un ejemplo de valentía y solidaridad.
Con siete actores y tres músicos, la pieza plantea con un realismo seco y conciso cómo se pudieron sacar esas fotografías del campo, en una intriga plagada de inquietud, de miedo, de rivalidad, de heroísmo. El investigador Ian Gibson, conocedor de la historia real, se ha sentido satisfecho ante «una representación teatral tan bien pensada, orquestada y montada como ésta, con actores tan extraordinarios. No creo que nadie que la haya visto la olvide nunca. Si fuera por mí, se pondría en cada rincón de España”
Durante su temporada en Madrid consiguió una media de más del 85 % de ocupación y todas las representaciones acabaron con el público puesto en pie.